Capítulo 39.

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No sabía exactamente dónde estaba, porque hacia donde mirara, no veía más que kilómetros de praderas cubiertas por pastizales tan verdes y frondosos.

Jimin sonrió por alguna razón.

Comenzó a avanzar, tocando con sus manos abiertas la suave hierba. Rápidamente se dio cuenta que no estaban esos infernales y molestos ruidos de la ciudad a los que ya estaba acostumbrado, entonces miró al cielo, aún sonriendo, y se sorprendió por lo increíblemente limpio y celeste que se veía.

Esto es tan hermoso.

Se detuvo por un momento y cerró los ojos mientras tomaba una respiración profunda, disfrutando del aire limpio y fresco que oxigenaba sus pulmones.

Jungkook tiene que ver este lugar...

Todo era tan tranquilo, tan lleno de paz.

Pero de repente, una melodiosa risita interrumpió su tranquilidad, haciéndole abrir los ojos de golpe para girar su rostro en su dirección. Lo que vio lo dejó tan quieto como una escultura de mármol.

Jimin observó con verdadero asombro a la niña que se encontraba unos cuantos pasos lejos de él. Luego la miró con curiosidad.

No parecía tener más de tres años, pero increíblemente, eso no era lo que más llamaba su atención.

La niña llevaba puesto un hermoso y elegante vestido negro en forma de campanita, unas medias largas y blancas con algún tipo de diseño, y unos pequeños zapatitos de charol. Su cabello largo y negro ondeaba al compás del viento, su piel blanca parecía ser de porcelana, sus mejillas eran rosadas y redondas, sus ojos eran de un marrón igual a los suyos, así también como sus labios rellenitos.

Jimin frunció el ceño y avanzó unos pasos en su dirección. La niña soltó otra melodiosa risita, tocando sus manitos mientras se mecía suavemente.

Cuando Jimin notó entonces ese peculiar lunar bajo su labio inferior, la respiración se le atascó en la garganta.

Una brisa de viento sopló con un poco más de fuerza, provocando que los cabellos lacios de la niña se desordenaran. Ella rió, brincando con diversión e intentando apartar su cabello de su rostro.

Jimin la miraba confundido, porque había algo en ella que le resultaba familiar, pero no se explicaba cómo es que esto era realmente posible.

Fue entonces que unas deliciosas notas dulces acariciaron sus fosas nasales, haciéndole ronronear y confirmando cualquier duda.

Mmh, cerezas.

Pero antes de que pudiera decir algo, la niña se giró y comenzó a correr, alejándose de él, riendo y agitando sus manitos contra la hierba. Jimin también rió; quizás un poco contagiado por la felicidad que ella irradiaba. Comenzó a correr, siguiéndola para asegurarse de que nada malo le pasara.

No entendía cómo era posible, pero decidió alejar todos esos pensamientos en busca de alguna lógica y simplemente se concentró en disfrutar de la compañía de su preciosa hija.

Intentó alcanzarla para tomarla de la manito y abrazarla. Quería tanto besarle esas mejillas redondas y respirar su rico aroma, decirle cuán feliz se sentía de que ella llegara a su vida. Dioses, quería tanto expresarle lo que sentía, pero mientras más corría, ella más se alejaba.

La felicidad pasó a convertirse en un poco de preocupación.

El clima calmado y el cielo celeste comenzó a cambiar repentinamente, volviéndose demasiado frío y gris.

Jimin tropezó entonces, cayendo de lleno contra la hierba, soltando un quejido de dolor por la quemazón en las palmas de sus manos. Unas inesperadas gotas comenzaron a caer sobre su cuerpo, humedeciendo su ropa.

With you Ω KM.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora