Capítulo 32

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-¿Aún temblando? ¿Es por el frío o por otra cosa? -Adler me guiña un ojo mientras me entrega una taza con chocolate caliente.

Lo fulminé con la mirada mientras agarraba la taza y bebía un poco. Mis piernas no dejaron de temblar desde que terminamos una tira de preservativos en el lago. Adler tuvo que cargarme la mayor parte del camino porque era imposible para mí seguirle el paso con mis piernas así.

-Cállate, sabes bien porqué es.

-Sí, lo sé -ríe pero se le notaba orgulloso.

La noche fue tranquila de nuevo, estar frente al fuego en medio de la nada con Adler de compañía era realmente agradable. Él me rodea con un brazo y me atrae a sí para acomodarnos, besa mi cabeza y tararea una melodía relajante. Sonreí y cerré los ojos para escucharlo sin interrumpir, las vibraciones de su pecho que ocasionaban su tarareo me ayudaron a relajarme aún más, e incluso pude escuchar su palpitar por pegar mi oreja a él.

No quería acabar con esto. Tampoco con nuestras actividades en la mañana siguiente, o en la tarde y noche. Claro que tampoco olvidamos lo de terminar los preservativos que había traído, siempre encontraba un momento para hacerlo varias veces en el día, y ya habían pasado dos. A lado de la fogata, en medio de nuestras caminatas, contra los árboles, nuevamente en el lago, dentro de la carpa antes de dormir o al despertar... A este paso no podré caminar por tres meses. Pero en realidad no me importaba.

-¡Oh cielos, A..Adler! -él empujaba dentro de mi ano repetidas veces mientras mi pecho estaba contra el suelo pero él levantaba mi trasero apretando mi cintura.

Se inclinó sobre mí apoyando una mano a un lado de mi cabeza, me agarra por el cuello para levantar mi mirada y besarme mientras me ahorca ligeramente y sigue entrando y saliendo.

-Princesa...

Aquel jadeo contra mis labios me ayudó a terminar de nuevo y mi orgasmo pareció impulsar el suyo porque nuevamente se había corrido. Caí sobre la manta que habíamos puesto, calmando mi respiración cuanto podía. Adler se sienta junto a mí y acaricia mi espalda.

-Ya terminamos otra tira, no te preocupes, te dejaré descansar.

Ríe mientras yo estaba demasiado agotada como para fulminarlo o siquiera mirarlo. Sentí que me cubría el cuerpo con otra manta, miraba las brazas del fuego frente a mí hasta que pude escuchar y empezar a oler su cigarrillo. Me di vuelta apretando la manta contra mi pecho para cubrirme del frío y lo miré.

-¿Es realmente rico eso?

Me mira mientras le da una calada a su cigarrillo y expulsa el humo.

-No lo es, en realidad.

-¿Entonces por qué sigues fumando?

-¿No te enseñaron sobre las adicciones en tu escuela? No puedo dejarlo, me duele la cabeza y me pongo de mal humor.

-Entiendo, supongo que sí es difícil dejarlo.

Asiente mientras vuelve a e pulsar humo, pero siempre que lo hace es hacia el lado contrario a mí. Lo miré, paseé la vista por su cuerpo desnudo y entonces me quedé en su miembro, tragué grueso pero volví la mirada a su rostro encontrándome con sus ojos fijos en mí, enarca una ceja antes de sonreír de lado y reír un poco.

-¿No estás satisfecha?

-Las piernas me tiemblan de nuevo y no puedo moverme más -advertí.

Ríe mientras sujeta su cigarro con los dientes y se levanta para vestirse, o por lo menos ponerse su pantalón. Se estira haciendo que sus músculos se marquen perfectamente, entonces mira al cielo. Seguí su mirada y fue cuando noté la hermosa noche estrellada, mucho más que los otros días. Un pequeño flashback cruza por mi mente, aquel cielo igual de estrellado que está noche, esa vez que intenté ahogarme en el río. Esa noche donde lo conocí.

SER EGOÍSTA SUELE ESTAR BIENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora