Capítulo 30

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Sabía que en las actividades físicas no era muy buena, por no decir terrible, pero acampar siempre ha sido mi sueño, ¿por qué? Ni yo lo sabía bien, supongo que conectar con la naturaleza era lo mío. Tanto así que mi estado físico ha cambiado.

—Al parecer escalar también te encanta —menciona Adler sonriendo.

—En realidad no, pero si es por acampar, entonces sí.

Gané en subir hasta el final de las rocas y ayudé a Adler a hacer lo mismo. Hace horas que habíamos empezado a caminar y solo nos hemos detenido dos veces para tomar agua. Pero extrañamente no me sentía muy cansada, es más, hasta quisiera seguir adelante, pero ya habíamos llegado.

—¿Aquí? —pregunté.

—Sí —Adler deja en el suelo las cosas—. Aquí armaremos el campamento.

Di brincos en mi lugar como una niña pequeña emocionada, aunque sí estaba emocionada. Adler me mira actuando infantil pero en lugar de burlarse o quejarse como otras personas lo harían, sonríe enternecido y besa mi frente, a pesar de estar sudada.

—Entonces, empecemos.

Adler agarra la tienda de campaña y todo lo que necesitábamos para armarla, tenía suerte de que había visto tantos vídeos sobre cómo hacer una ya que me emocionaba el tema y aprendí de todo. Ayudé a Adler, y de esa forma terminamos más rápido de armar la carpa. Fue entonces que mi emoción se calmó y me di cuenta de una cosa.

—¿Solo una carpa? —miré a Adler.

—Qué exraño... la mujer a la que le compré diji dos al precio de uno. Bueno, no hay de otra; tendremos que compartir, princesa.

Me guiña un ojo, mis mejillas arden por el sonrojo pero me levanté y decidí empezar a hacer lo necesario para encender la fogata, por la noche haría frío y más aquí arriba.

—Eres un aprovechado... —murmuré empezando a juntar ramas secas.

—Tal vez...

Ríe por lo bajo pero me ayuda en la tarea. Yo buscaría las ramas y él prepararía el lugar donde haríamos el fuego. Tardé unos minutos y luego dejé todo lo que había conseguido a un lado de Adler, juntos posicionamos las ramas secas y luego las aprendimos fuego con el encendedor que Adler habia preparado. Justo a tiempo, porque comenzaba a hacerse de noche.

Me senté frente al fuego, de piernas cruzadas y manteniéndome calida. Suspiré profundo pero miré a un lado cuando Adler se sienta a mi lado y me entrega unos malvaviscos.

—¿Ya has asado malvaviscos? —pregunta él.

—En realidad... no malvaviscos, pero sí otras comidas.

—Entonces no hay problema.

Sonreí y apoyé mi cabeza en el hombro de Adler mientras acercábamos al fuego nuestros malvaviscos clavados en un palillo.

—Gracias Adler... me sorprende que lo recordaras.

—¿Por qué te sorprendería?

—No lo sé, quizás porque fue hace varios días ya. Y no es como que fuera algo tan importante.

—Para mí lo es —acuesta su cabeza sobre la mía—. Todo de ti es importante, Keira.

—No me has dicho "princesa".

Adler ríe a la vez que me rodea con su brazo libre para acercarme más a su cuerpo y besar mi cabeza.

—Princesa...

Noté que nuestros malvaviscos ya estaban lo suficientemente dorados y asado. Atraje el mío y lo probé.

—Creo que me quedo con los no asados —me reí un poco.

—¿No te ha gustado? —parece sorprendido pero divertido.

—Pues... no tanto.

—No puedo creerlo, si es mejor así.

Le acerqué el mío a la boca y él me sonríe antes de comerlo él. Agarré la bolsa de malvaviscos y los comí así como estaban en lugar de asarlos, pero de ves en cuando era yo la que volvía a ponerle un nuevo malvavisco a Adler. Nos quedamos así hasta quedarnos sin malvaviscos. Entonces solo nos tocó quedarnos en silencio, pero a ambos nos gustaba así.

Aunque pronto comencé a sentir frío por la espalda, me abracé a mí misma además de acurrucarme más contra Adler y suspiré.

—Espera un momento.

Él se levanta haciéndome quejar en silencio, se aleja hasta uno  de los bolsos y saca una manta de esas muy calentitas y acogedoras. Pero me sorprende cuando de igual forma saca una taza y un frasco térmico. Se acerca a mí y me sirve un poco del contenido humeante, me lo tiende y por el olor pude saber de inmediato que se trataba de chocolate caliente. Sonreí por el calor en mis manos y el delicioso aroma y saber.

Adler se sienta de nuevo a mi lado pero nos cubre a ambos con la manta, volví a recostarme contra su pecho y hombro, sin dejar de beber el chocolate caliente que había traído.

—Has pensado bien las cosas —mencioné sonriendo.

—He pensado en lo que puede gustarte, princesa.

—Pues has acertado.

Bebí un par de tragos más y luego se lo ofrecí para que tomara conmigo, sí lo hizo, y me sentí mejor. Esto era genial y realmente bueno, no podía creer que lo estaba haciendo, acampar sin que mamá lo sepa... seguramente me matará cuando vuelva pero, por primera vez no me importa lo que pase después o lo que puedan pensar ella y Jena, quería estar aquí con Adler. Y estaba bien.

—¿Tienes sueño? —Adler me encuentra bostezando, asentí adormilada.

Adler me quita la taza vacía y la deja a un lado, ambos nos levantamos y él se encarga de apagar el fuego antes de ayudarme a llegar a la carpa, me tiré en las mantas que estaban ahí  ya listas para nosotros, al igual que las almohadas. Adler revisa afuera antes de entrar, cerrar bien la carpa y meterse bajo las mantas conmigo, me abrazó por la cintura y me atrajo a él. Todo el frío que pude haber sentido ahora había desaparecido. Sonreí levemente y de manera instintiva le di un pequeño y débil beso a Adler en el cuello.

—Buenas noches...

No pude escuchar nada más, si había dicho algo o no, porque ya me había quedado dormida.

SER EGOÍSTA SUELE ESTAR BIENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora