Capítulo 33: ¿Hermano mayor?

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-¡Hija! – exclamó Kurenai Nara, al ver a Mirai cruzar la puerta del departamento. Estaba tan feliz de verla que la abrazó con fuerza. - ¡Kagura me contó lo que pasó, qué bueno que estás bien! – agregó aliviada, tomándola de los hombros y abrazándola nuevamente.

La joven de ojos rojos, quedándose quieta, observó con su ceño fruncido a la mujer del abanico. Conociéndola, seguramente le había inventado una mentira para no preocuparla de más. De repente, los muebles y las paredes comenzaron a temblar. Kagura, extrañada por ello, movió su abanico con gracia para hacer a un lado las cortinas de las puertas de cristal en el balcón. En un cielo de color morado rojizo, miles de demonios volaban en una sola dirección.

-Tsubaki. – pensó, girándose sobre sus talones. – Por favor, quédense aquí. Y bajo ninguna circunstancia, se atrevan a salir. – dijo seriamente, antes de cerrar la puerta y sellarla con un conjuro del inframundo. 

Mirai, percatándose de aquello, gracias a sus poderes demoniacos, trató de girar la perilla.

-Maldita... - susurró. - ¡¡Kagura, vuelve aquí!! – ordenó malhumorada, aferrándose a la perilla y golpeando la puerta. - ¡¿Cómo te atreves a encerrarnos?! ¡¿Ya se te olvidó quienes somos o qué?!

-Hija, tranquilízate. – le pidió Kurenai, tomándola del hombro izquierdo y llamando su atención. – La señorita Kagura debió tener un buen motivo.

-¡Mamá, abre los ojos! – exclamó enojada, deshaciéndose de su agarre. - ¡Esos demonios a los que llamas "tu esposo" y "sus sirvientas" no son lo que tú crees! 

La mujer, al ver su expresión, retrocedió y se sentó en un sillón. Al verla, Mirai se sintió mal por haberle levantado la voz. 

-Lo lamento. – se disculpó, sin tener el valor de verla a los ojos. 

Kurenai sonrió.

-Acabas de volver del inframundo, ¿No? – le preguntó, sorprendiéndola. - Debió ser un viaje muy agotador. 

Se recorrió al asiento a su izquierda y le hizo un ademán para que se sentara a su lado. La joven, apenada y avergonzada, asintió y se aproximó al sillón de tres asientos. Después de sonreírle de nuevo a su hija, Kurenai tomó el control de la televisión y la encendió. El canal donde se ubicaba no tenía señal y el sonido también se había perdido.  

Apretó un botón para cambiarle. Sucedía lo mismo. Sin importar cuantas veces cambiaba el canal, no había señal en ninguno. Entonces, Mirai recordó la misteriosa caravana de demonios dispersa en el cielo purpura. Se levantó del sillón y caminó hacia el balcón. 

-¿Mirai? – su madre la vio con extrañeza.

-Necesito salir. – comentó seriamente. - Quiero saber lo que está pasando.

Notando la determinación en sus ojos rojos, Kurenai dejó a un lado el control de la televisión y se levantó del sillón. Acto seguido, caminó hacia el librero; junto a las puertas de cristal del balcón, y sacó de ahí un pergamino, escondido detrás de un álbum de fotos. 

Con extremo cuidado, se acercó a una de las puertas y pegó el pergamino. Al instante, el conjuro de Kagura se congeló en esa parte del departamento, negando su activación. Mirai quedó atónita. No sabía que su madre era capaz de hacer ese tipo de cosas.

-Hija... - en eso, la mujer llamó su atención. - por favor, ten mucho cuidado. 

Ella asintió. Besó su frente y se colocó al otro lado del barandal del balcón.

-Volveré pronto, lo prometo. – aseguró con una sonrisa, guiñándole su ojo izquierdo. 

Después de eso, saltó por varios barandales de los departamentos inferiores, hasta llegar al suelo y correr en dirección al este.

Haunted and Lost | COMPLETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora