Capítulo 38: Atrapados en el sanatorio.

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-Hace 10 años-

-Bueno... - musitó Rin, sin ser capaz de ver a Sesshomaru a los ojos.

Esa mañana nublada, por órdenes de Miroku Higurashi, la joven debía partir a Roma para comenzar con su entrenamiento de sacerdotisa. Por ello, Sesshomaru la acompañó en un taxi hacia el aeropuerto de Tokio, sitio en el que ahora estaban parados... dudando cómo debían despedirse. Sin embargo, para la gran sorpresa de Rin, el primero en actuar fue el Taisho, aproximándose a ella para abrazarla.

No quería dejarla ir. No después de los buenos momentos que pasaron juntos, reconfortándose el uno al otro después de las muertes de sus madres. A pesar de ser alguien inexpresivo y frio, la pequeña chica podía ver a través de sus ojos, entendiéndolo mejor que nadie. Mejor que su padre o su hermano menor.

-No quiero irme... - le confesó al oído.

Al apartarse, vio con claridad las lágrimas que inundaban sus ojos castaños y como sus manos apretaban con fuerza la correa de cuero de su maletín. ¿Exactamente, qué podría decirle para animarla? Para empezar, ¿Existían ese tipo de palabras para esa situación?

-"Última llamada para el vuelo 4268, con destino a Roma, Italia". - anunciaron por el altavoz del aeropuerto, sacándolo de sus pensamientos.

-Es todo. - suspiró la muchacha, con una sonrisa triste. - Tengo que irme. - se apartó de las manos del joven de cabello plateado y giró sobre sus talones para caminar lentamente hacia las escaleras eléctricas.

Fue entonces...

-¡¡Rin!!

...que Sesshomaru gritó su nombre con todas sus fuerzas, justo cuando su pie había subido al escalón que la llevaría a su sala de abordaje correspondiente.

-¡Rin! ¡Llámame cuando vuelvas! ¡Vendré a buscarte enseguida, lo prometo!

Sus lágrimas finalmente se desbordaron sobre sus mejillas. Al llegar al final de las escaleras, se las limpió con brusquedad y comenzó a correr.

-¡Lo haré! - pensó, llegando a tiempo a la puerta para abordar el avión. - ¡Te llamaré y te volveré a ver aquí mismo! ¡Lo prometo!

&&&

Esa misma mañana, otra persona que saldría del templo Higurashi, sería Kikyo. Ya convertida en la sacerdotisa que su abuela; la anciana Midoriko, siempre quiso que fuera, se vistió apropiadamente y tomó la maleta que ya había hecho la noche anterior.

Según los documentos entregados por Miroku; su primo y el sucesor de su abuela, debía acudir al sanatorio Akasuna, en el pueblo de Konoha, para purificar a una niña poseída por un demonio.

-¡Hermana!

De pronto, en el pasillo que daba a la puerta principal del templo, se encontró con Kagome. La joven de largo cabello negro y ojos castaños, le sonreía mientras jadeaba por su carrera.

-¿Ya te vas a tu misión?

-Así es. - asintió. - Pero no te preocupes. Volveré en 3 días.

-Espero que sea cierto. - dijo con el ceño fruncido. - Sin InuYasha y sin Rin a mi lado, me aburro demasiado pronto.

Kikyo comenzó a reír.

-¿Sesshomaru no cuenta?

Kagome negó con la cabeza.

-Es muy serio. - se sinceró. - Y realmente quiero acercarme a él, pero nunca encuentro temas de conversación apropiados y termino quedándome en silencio porque no quiero avergonzarme yo sola.

Haunted and Lost | COMPLETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora