42. BREEZE

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Había pasado ya casi una semana, durante ese tiempo estuve evitando a Dylan, y creo que él también a mí. No tenía idea de lo que le diría si volvía a preguntarme por la cicatriz, era algo complicado para mí, no me sentía preparada para poder mencionarlo o hablarlo. Me avergonzaba de ello, era otro de mis arrepentimientos, cada vez que deseo superar y olvidar solo me basta con ver aquella marca en  mi muñeca para sentirme atada a ese pasado.

Ya era jueves, había llegado el día. Tenía todo listo para irme a Boston, preparé una pequeña maleta, después de todo tenía algunas de mis cosas en la anterior casa, así que no me haría falta nada.

—¿A qué hora sale el vuelo?

—A las 5, papá.

—¿Tienes todo listo? ¿No olvidas nada?

—Si papá, no te preocupes.

—Estuve pensando, no creo que sea buena idea que vayas sola.

—Ya te dije que estaré con Megan, no tienes nada por lo que preocuparte.

—Ya está decidido, irás acompañada, seguro no tarda en llegar.

—Pero papá, yo necesito irme ya —en ese instante tocaron el timbre de la casa. Con un gesto mi padre me indicó que fuera a abrir, puse los ojos en blanco y fui.

—¡Breeze! —Mónica me abrazó.

—Me alegro de verte, pero ahora no es un buen momento —dije.

—¿No sabes? ¡Iremos juntas a Boston! —me quedé asombrada, pero era lógico, Mónica era la hija del amigo de papá.

—Así es, ambas irán de viaje.

—Buenas tardes señor —dijo Monica—. Gracias por confiar en mí —mi padre solo asintió a lo que Mónica decía.

—Cuando lleguen a Boston necesito que me avises hija.

—Está bien, gracias papá —fui y lo abracé con todas mis fuerzas—. En verdad te agradezco todo esto.

Mónica y yo subimos al taxi que había llamado, fuimos directo al aeropuerto,  tomaríamos un vuelo directo a Boston  así que era por lo menos unas 5 horas con 30 minutos, o 6 horas si habían retrasos.

—No tenías que acompañarme —dije.

—La verdad es que estoy usándote como excusa, no me dejaron viajar sola.

—¿Qué tienes que hacer en Boston?

—Nada, planeo ir a New York, quiero ir a darle una sorpresa a alguien muy especial.

—¿No crees que te van a descubrir?

—No lo creo, tengo todo muy bien pensado, no te preocupes, en el remoto caso que llamen para preguntar por mí, dile cualquier cosa, que me fui de compras, que estoy durmiendo, o algo parecido.

—Está bien, no te preocupes.

—¿Hasta cuando piensas estar en Boston?

—Planeo quedarme una semana, tal vez un poco más —digo.

—Perfecto, regresaré en 6 días, así regresamos juntas y no habrá problema.

Tal y como había dicho Monica, ella se fue. Tomé un taxi y fui hacia la casa que tenía mi familia en la ciudad. Todo estaba igual a como lo recordaba, subí a mi habitación y dejé mi maleta al pie de mi cama, estaba cansada por el viaje. Envié un mensaje rápido a mi padre diciéndole que ya me encontraba en casa y que todo estaba bien.

Luego de enviar el mensaje  fui a darme una ducha, cuando terminé me puse un pijama y me metí en la cama. Era extraño volver a estar en casa, pero recordaba el motivo por el que me encontraba ahí, mi corazón se afligía.

A la mañana siguiente decidí ir al Starbucks que siempre solía recurrir antes de asistir a clases. Me gustaba estar en Boston, me daba una sensación de familiaridad. Luego fui al supermercado, necesitaba surtir la alacena para mi estancia de una semana. Aproveché en limpiar la cocina y la sala de estar. Cuando nos fuimos dejamos todos los muebles cubiertos por telas blancas. Aspiré la casa y guardé mis cosas.

El tiempo había pasado tan rápido que ni cuenta me había dado que era ya casi la hora del almuerzo. Decidí ir a un lugar en específico, a esa hora los delninstotito salían de clase. Tomé mi celular y marqué a Megan, se iba a caer de la sorpresa cuando me viera.

—¿Megan? ¿Cómo estás? —dije.

—¿Bree? ¿Y ese milagro?

—¿Acaso no puedo llamar a mi amiga?

—Por supuesto que sí, ¿alguna novedad que quieras compartir con tu buena amiga?

—No tengo nada interesante que contar. ¿Qué haces? —dije mientras caminaba buscando con la vista a Megan. Me encontraba a unos metros de la salida del estacionamiento cuando la vi.

—Saliendo de clase, estoy cansada, extraño cuando íbamos por unos helados antes de ir a almorzar —dijo de pronto. Me acerqué más a donde se encontraba Megan, estaba prácticamente a menos de un metro de ella.

—Igual yo. ¿Qué te parece si vamos por esos helados? —dije algo fuerte para que me notara y colgué la llamada. Megan se giró con el teléfono aún en mano. Cuando me vio note lo sorprendida que estaba por su expresión, estaba con los ojos muy abiertos.

—Bree, ¿eres tú? —se acercó y me abrazó muy fuerte.

—Si Megan, estoy aquí —le devolví el abrazo con todas mis fuerzas.

—Pero cómo, ¿por qué no me avisaste? Te habría esperado en el aeropuerto. ¿Cuando llegaste?

—Ayer en la noche. No te dije nada porque quería que fuera una sorpresa. ¿Y los demás?

—Deben estar por salir, se van a caer de espaldas cuando te vean —dijo Megan riendo y volvió a abrazarme–. ¿Ya viste a Jake?

–Aún no, y la verdad es que desearía no tener que encontrarmelo –extrañamente Megan no dijo nada más.

Pocos minutos después Adam y Rick salieron. Cuando me vieron estaban bastante sorprendidos, tanto que me levantaron por los aires. Los 4 fuimos a almorzar al lugar donde siempre íbamos después de clase. Se dedicaron a preguntarme sobre mi vida en Los Ángeles, querían todos los detalles.

Me acompañaron hasta mi casa. Resulta que esa noche había una fiesta, y querían que yo asistiera, así me distraería y pasaría tiempo con ellos.

Pasé aburrida en casa, hasta que el reloj marcó las 4:30. Necesitaba salir, estaba agobiada, esa casa me traía muchos recuerdos. Fui al parque en el que solía jugar de pequeña. Mientras estaba ahí no pude evitar recordar cuando jugaba con Mónica, Liam y Daniel.

En medio del parque había un árbol, pocos eran los que se acercaban ahí, todos preferían estar en la fuente, sentarse en las bancas y los niño se iban a jugar al área de niños.

Me acerqué hacia allí, pero me sorprendió ver a un chico de pie junto al árbol. Se encontraba de espaldas a mí. Al verlo inmediatamente pensé que era Daniel, no sé por qué lo creí, ni por qué me acerqué a él, pero de saber que me lo encontraría en el lugar donde menos imaginaba, no habría salido de casa.

–¿Daniel? –dije detrás de él. Se giró y al verlo no supe cómo reaccionar– ¿Qué estás haciendo aquí?

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