Capítulo 10

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- Apenas está iniciando y quiere adquirir más renombre. Sabe que el camino para conseguir eso en está ciudad es haciendo negocios con el clan Markov. - sigue diciendo Ross. - Me mostró su depósito dónde tiene todo el inventario. Tiene armas de diferentes tamaños y potencia, de una calidad muy buena.

Estamos en la sala de reuniones de la morada, en una de las tantas charlas matutinas que tenemos, dónde nos asignamos y ponemos al día con los trabajos que tenemos pendientes, y los próximos a hacer.

En estos últimos años hemos adquirido una buena dinámica, que facilita nuestro trabajo en equipo. Cada uno se encarga de un área en específico, de la cual se especializan, por lo que no chocan entre ellos, y nos ahorramos las discusiones de egos. Aún así siempre planteamos el tema en debate, y acotamos lo que nos parece. Por ese momento se vuelven adultos y charlan con seriedad.

Sería más sencillo todo si fueran así todo el tiempo.

Aunque sería más aburrido.

- ¿Y qué opinas tú? - le pregunto.

- Pude regatear un poco el precio. - responde. - Es un buen negocio.

- Cuando alguien ofrece algo tan barato es para dudar. - menciona Emiko.

- Es un viejo conocido mío. - continúa Ross. - Confío en él, hicimos varios trabajos juntos. - me mira. - Además, lo que más le interesa de todo esto es ser un proveedor del clan Markov. Sabe que lo que viene con el aval de ese apellido vale más que el dinero.

- Bastante inteligente. - digo. Quedó pensativo. - Bien. Dejaré que tú te encargues de eso, ¿te parece?

Asiente. - Si, yo me encargo.

- Bueno, con respecto a lo... - comienzo a decir, pero me interrumpo cuando la puerta se abre y entra Stellan.

- Buenos días. - saluda con cansancio y se adentra arrastrando los pies.

Nos miramos entre nosotros, extrañados de su humor, ya que él suele ser el más tranquilo y sereno de nosotros.

- ¿Qué tal las clases con Juanito? - pregunta Dexter.

- No tan sencillas como con la bicicleta. - responde con desgano, sentándose en su respectiva silla. Lanza un suspiro como si hubiera estado conteniendo el aire.

Milo ríe. - Parece ser que alguien sacó de sus casillas al pacifico y temple de acero, Stellan Avila.

Miro a Stellan con severidad. - Tienes que tener mano firme. - sentencio. - Una cosa es enseñarle a andar en una maldita bicicleta, que es hasta algo un tanto infantil. Y otra distinta muy distinta es conducir un auto. Pueden matarse. O peor, abollar mi auto.

- No puedo ser duro con él. - dice Stellan. - Veo ese rostro adorable, con sus ojitos brillantes y solo quiero abrazarlo.

Enseguida me viene a la memoria la imagen de él aquella noche. Esa mirada llorosa de temor y desolación, como si fuera un niño perdido. O ese grito desgarrador que me puso los pelos de punta.

Aparto con brusquedad esos pensamientos de mi cabeza, y me vuelvo a centrar en Stellan.

- Te lo asigne a ti porque pensé que eras el más apto. - hablo con fastidio.

- No digo que no lo sea. Es solo que es un poco más complicado que con la bicicleta. - se excusa.- Nunca le enseñé a nadie a conducir. Y a mí me enseñó Ross que no es el maestro más didáctico y pacifico del mundo. - le dedica una mirada de reproche a su hermano, quien se encoge de hombros con indiferencia. - No quiero dejarle un trauma. Yo cada vez que conduzco puedo oír la voz de Ross perforandome el cerebro.

Estoy Pensando en Ti (Mafia Marshall VI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora