24 - confesions

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— capítulo veinticuatro.
(confesiones)

Una mata azabache colgó el teléfono, dejando escapar un suspiro tembloroso mientras sentía el frío colarse por su piel, observando como el cielo estrellado se cernía sobre ella

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Una mata azabache colgó el teléfono, dejando escapar un suspiro tembloroso mientras sentía el frío colarse por su piel, observando como el cielo estrellado se cernía sobre ella.

No sabía el tiempo que había pasado desde que llevaba allí, tal vez largos minutos, incluso horas. Pero desde luego que estar sola no hacía que dejara de comerse la cabeza.

Un chico ya conocido para ella llegó a su lado, sentándose con cuidado de no molestarla. La fémina ni si quiera se movió, ya que se encontraba adentrada en su mundo.

Su acompañante en aquella noche observó como los ojos de la chica se reflejaban de una bella forma gracias a la tenue luz que chocaba contra ellos.

Los minutos se le hicieron segundos mientras la observaba, embelesado de aquellos mechones salvajes, ondeándose por la suave brisa del viento.

Admiró el rostro de la chica, queriendo recordarlo para siempre. Aquella respingada nariz, junto a aquellos rosados y carnosos labios que adornaban sus facciones.

Podría pasarse una eternidad observándola, detallando cada expresión de su rostro. Aunque no tardó en volver a la realidad al oír el cantar de unos pájaros volar.

Carraspeó levemente, moviéndose un poco más a la izquierda para acercarse más a la chica.

- Eh, Leah. -la llamó.- ¿Estás bien?

La nombrada volvió a la realidad ante aquella voz, moviendo su cabeza suavemente en un intento de borrar sus pensamientos.

La azabache cruzó miradas con el chico, viendo como su atención estaba completamente puesta en ella.

Rápidamente se recompuso, girando su cabeza de forma mecánica hacia delante de nuevo, mirando a algún punto fijo que ni si quiera se propuso a atender.

- Nathan tiene el don de predecir el futuro. Tiene visiones y pequeños sueños, aunque no siempre ocurren en esta realidad, por lo que pueden ser inciertos. -empezó a explicar tras un corto silencio.

El chico observó atento sus movimientos, escuchando todo como si de la única voz en la tierra se tratara.

- Él tuvo una predicción. Me vio a mí, sufriendo. -continuó.- Según él es por la academia.

Esta se calló, sin querer continuar.

Aunque al chico no le costó mucho darse cuenta de lo que pasaba, debido a la información que su amiga le había dado y por aquel silencio que demostraba que la chica no quería terminar de hablar.

Bajó la mirada a sus manos, las cuales estaban ambos pares apoyadas con las palmas boca abajo en el suelo, por detrás de la espalda. Sus dedos índices estaban a punto de rozarse, y en un impulso, el masculino acercó más sus manos hasta que estas estuvieron en contacto.

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