Fragmentos.

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[ Capítulo 17 ]




- Bixia, bienvenido.

Unos treinta demonios entre hombres y mujeres reverenciaron profundamente al hombre que acababa de llegar a uno de los palacios reales. Este particularmente, se encontraba muy cerca del suyo, ¿Y cómo no? Si era el palacio que había mandado a construir para su hijo hace muchos miles de años atrás y que no usaba prácticamente nunca.

Reverenció suavemente a esos súbditos y comenzó a avanzar al interior. Ellos le dieron paso y se alejaron, continuando con sus deberes, que eran básicamente, mantener el palacio limpio, ordenado y protegido. Solo una hermosa mujer con un Hanfu exterior violeta con bordados de flores en plateado y dorado, lo siguió, las mangas de este eran largas y vaporosas, cubriendo apropiadamente sus muñecas y manos. Su cabello negro y largo estaba ordenado con un suave cinto negro y una corona poco ostentosa de jade blanco. Su rostro era redondo y encantador, maquillado de forma sobria con un pequeño brillo rojo en sus labios en forma de corazón.

- ¿Señorita Jiao, cómo han ido las cosas por aquí? ¿Todo tranquilo?

- Muy tranquilo, mi señor - sonrió suavemente - Siempre es tan callado cuando nuestro joven amo no está por aquí. Las chicas extrañan verlo tocar el Guqin y los chicos entrenar con él, me preguntan casi todos los días cuándo volverá a casa.

- ¿No les ha dicho que lo más probable es que no vuelva?

- ¿Cómo podría? Les rompería el corazón y un poco el mío también en el proceso. Aunque me alegra saber que él esté bien.

- ¿A-Ying te lo comentó?

- Lo hizo. Nuestra bella princesa suele venir seguido aquí a dejarnos semillas de loto y se queda a jugar, a menudo nos ayuda con los pequeños, enseñándoles a escribir.

- Es bueno que haga algo más que pensar en ese mocoso todo el tiempo.

Ella cubrió una risita tras su manga y los dos caminaron hasta el final del pasillo, en donde se cruzaron con un anciano saliendo de la habitación de Yibo, cargaba un cuenco vacío y unos paños sucios. Él sonrió cuando los sintió acercarse. Sí, los sintió. Había una venda blanca cubriendo sus ojos y se guiaba a si mismo con un bastón de bambú.

Hizo una reverencia - Bixia, es un honor tener la dicha de recibirlo.

- Lao-Zhi, no es necesario, levántese.

- Aiya, por un momento sentí la esencia de mi joven amo en usted, mi señor. Sin duda ustedes son padre e hijo.

- Ojala no hubiera tenido un hijo tan ingrato.- tanto anciano como mujer sonrieron.

- Acabo de cambiar las flores y limpiar los muebles. ¿Va a quedarse está noche?

- No lo creo, solo me pasearé un poco luego de descansar.

- Tómese su tiempo.- reverenció.

- Acompañaré a Lao-Zhi a la cocina y volveré con un poco de té, descanse Bixia.- también reverenció y ayudó al anciano a caminar lentamente por el pasillo.

YanLuo los miró un momento y luego entró a la habitación de su hijo, cerrando las puertas de caoba negra y quedándose en ese pequeño mundo que le pertenecía a ese mocoso cuando se dignaba a venir a casa. Solía hacer eso de vez en cuando, cuando lo extrañaba, cuando le hacia falta. 

Obviamente nunca lo había dicho en voz alta, a nadie, ni siquiera a él mismo, pero todo el mundo lo sabia.

Wang Yibo era el niño de los ojos de su padre.

¿Qué tal si reescribimos las estrellas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora