Capítulo 3. Palermo

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Dos meses y medio antes de la hora cero. (Palermo)

El Profesor se encontraba frente a la puerta. No sabía qué podría encontrarse una vez llamara, pero no le quedaba otra alternativa si quería salvar a Rio y Viena.

En el interior de la casa se escuchaba música. El Profesor respiró profundamente y dio varios golpes en la puerta de madera.

- ¡Voy! - Se escuchó detrás de la puerta.

A los pocos segundos apareció Martín. Ambos se quedaron mirándose fijamente sin que ninguno de los dos soltara palabra. Finalmente, Martín suspiró y se metió dentro de la casa, invitando al profesor a que entrara, sorprendiéndose de las condiciones en las que vivía su amigo: estaba toda la casa semioscura, con las persianas bajadas sin que pudiera entrar la luz natural, el suelo y las mesas estaban llenos de botellas de alcohol...

- ¿Querés tomar algo? - Dijo Martín rompiendo el silencio mientras se servía un vaso de leche. Sergio contestó negando la cabeza. -Fue un golpe bárbaro, ¿eh? - Prosiguió Martín bebiendo un poco de leche. -Y me alegra que estés vivo.

-Gracias. -Respondió el Profesor.

-Claro, que las ratas que se quedan escondidas afuera tienen más chance de sobrevivir, ¿no? - Dijo Martín desafiante.

El Profesor nerviosamente contestó: -Yo fui el más expuesto del atraco.

-No, a mí con esa mierda no. -Interrumpió Martín. -El más expuesto es el que pone el pecho a las balas, querido. ¿Cuántos tiros te pegaron a vos?

-No he venido a discutir. -Contestó el Profesor intentando evadir la pregunta.

-Mira, francamente me importa un bledo a qué carajo viniste. -Dijo Martín acercándose al Profesor. -Lo cierto es que después de más de tres años viniste. Entonces te voy a decir por qué carajo no entraste a la fábrica. -Siguió diciendo mientras se acercaba más. -Porque sos un cobarde y porque los tenías a ellos. Para el trabajo sucio lo tenías a él... -de repente se le quebró la voz. -a tu hermano... Y si las cosas se complicaban mucho y alguien resultaba herido, tu hermana lo solucionaría.

-En un golpe así siempre hay contingencias. -Dijo el Profesor.

- ¿Contingencias? Voy a ser muy claro. Vos no entraste y se murió un tercio de tu banda, hijo de puta. Se te murió un tercio de la banda y no hiciste nada la concha de tu madre. -respondió Martín mientras que poco a poco iba mostrando su enfado.

-Lo siento tanto como tú. -Respondió el Profesor.

- ¿Qué carajo sentís como yo? -Gritó Martín y mostrando toda su rabia tiró el vaso que tenia en las manos, para después empezar a destrozar todo lo que se encontraba. - ¡¿Qué carajos sentís como yo hijo de puta?! ¡A mi Andres no se me muere! ¡Yo entro y lo saco de los pelos! ¡Hago lo que carajo haga falta! ¿Tengo que volar el edificio a la mierda? ¡Lo vuelo a la mierda, pero a mí no se me muere! Y vos lo dejaste morir.

-¿Y con quién carajo te pensás que estás hablando hijo de puta? ¿Con alguno de los boluditos de tu banda? -Siguió Martin sin dejar hablar al Profesor. -Yo te conozco Sergio. Yo sé la clase de persona que sos. El era mi amigo, era imprescindible para mí, era mi otra mitad. -Empezó a llorar. -Mírame a los ojos y decime que no pensaste en eso... que llegado el momento se dejaría matar. Cuando calculabas tu plan, hijo de puta. Decime que no consideraste la muerte de tu hermano.

-Yo no consideré la muerte de mi hermano... ni una sola vez. -Respondió el Profesor mirándole fijamente a los ojos mientras comenzaba a llorar.

En ese momento Martín se acercó a él y le abrazó. -Perdóname, vos tampoco tenés la culpa, ¿sabes? -Siguió diciendo mientras le limpiaba las lágrimas al Profesor. -No fue tu culpa, ¿sí?

VIENA | LA CASA DE PAPEL |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora