Capítulo 36. Las tres gracias.

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En el atraco (Banco de España)

La mayoría de la banda se encontraba en el hall del Banco preparando a los rehenes que iban a salir acompañando a las tres atracadoras. Minutos después apareció Viena bajando las escaleras. Al verla, Palermo se acercó rápidamente hacia ella.

-¿Y Gandía? -Preguntó Viena a su novio.

-Lo trae ahora Bogotá. -Contestó Palermo muy serio.

Viena se dio cuenta del tono que usó el atracador. Lo conocía perfectamente y sabía que no soportaba la idea de que ella saliera con las demás. Pero la doctora estaba convencida de que era su deber.

-Martin... -Empezó a decir Viena. -Entiendes que soy yo la que tiene que salir, ¿no?

-Sí. -Contestó muy seco Palermo. -Bueno, en realidad no. Vos estás herida. No deberías exponerte de esa manera. -Siguió hablando mostrando preocupación.

Viena le dio un beso. -Martin, soy la única persona que conoce el estado de salud de Gandía. Yo soy la persona que puede convencer a Tamayo. -Dijo finalmente. -Solamente saldré, negociaré y volveré al interior del Banco. Son unos minutos nada más.

-No hagas ninguna de tus locuras, por favor. -Pidió Palermo que finalmente estaba cediendo a la situación.

-Tranquilo, por ahora no te vas a librar de mí tan fácilmente. -Respondió Viena intentando bromear, y consiguiendo que su novio sonriera.

Segundos después apareció Bogotá con Gandía atado. Viena se fijó en el escolta. Se notaba que estaba débil y que necesitaba atención médica pronto.

-Ya estamos aquí. -Dijo Bogotá, dándole un ligero golpe en las piernas del rehén para que se pusiera de rodillas.

Ante esa respuesta, Viena miró a sus compañeras. Era la hora de quitarse toda la protección y las armas y prepararse para salir al exterior del Banco. Entonces Viena empezó a quitarse los arneses que sujetaban las armas que llevaba y se las iba dando a su pareja. Segundos después se quitó el chaleco antibalas. Después quiso agacharse para desabrocharse las botas, pero se notaba algo torpe. Palermo al comprobar lo que pasaba, dejó las cosas en el suelo y se agachó.

-Deja, yo lo hago. -Dijo mientras empezaba a desanudar los cordones.

Viena cedió dándole una leve sonrisa. En poco tiempo, Viena ya se encontraba totalmente descalza. Palermo recogió todo y lo metió en una de las bolsas donde llevaban todo el uniforme. Después volvió a levantarse fijando su mirada en su novia.

Al quitarse la parte de arriba del mono, eran visibles las marcas amoratadas del cuello de Viena. Además, en el lateral izquierdo de la camiseta se podía ver una parte de la venda que cubría la herida del hombro provocada por la bala. Palermo no podía quitarse la idea de la cabeza de que su novia no tenía que salir del Banco. Es más, sólo debería estar descansando hasta que cicatrizaran algunas heridas. Aun así, era consciente de que no iba conseguir convencer a Viena, solo quería aferrarse a la idea de que ella estaría con él en unos minutos.

-Vas a volver, ¿verdad? -Insistía Palermo.

-Te prometo que sí. -Dijo Viena dándole un beso.

Después la atracadora se separó para reunirse con las compañeras que iban a salir. Las tres compañeras se unieron en un brazo para darse ánimos.

-Mostremos de lo que somos capaces. -Dijo Lisboa.

-Somos la hostia. -Completó Estocolmo.

-Somos la resistencia. -Terminó diciendo Viena.

VIENA | LA CASA DE PAPEL |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora