Capítulo 31. Gandía tiene que morir.

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En el atraco. (Banco de España)

El Profesor ya había soltado dos grandes bombas contra la policía: la declaración de Río contando lo que había sufrido mientras estuvo detenido, y el audio en el que se descubría que la policía había detenido ilegalmente a Lisboa fingiendo su ejecución.

La policía estaba rabiosa y nerviosa. No sabía qué hacer para intentar solucionar y desmentir la información que había enviado el Profesor a todos los medios de comunicación y a la población. Para ello, Tamayo pensaba que lo mejor era intentar entrar en el Banco y acabar finalmente con el atraco. Pero el Profesor aún tenía una bomba más: Iba a demostrar que la policía también había ejecutado sin piedad a Nairobi.

Para ello, Bogotá y Helsinki habían llevado el ataúd de su compañera, que consistía en una simple caja de madera, hasta el hall. Los demás habían preparado la trinchera en caso de tener que defenderse de la policía. Minutos después, Helsinki se colocó detrás de la trinchera donde se encontraba la browning. Al verlo, Viena se acercó rápidamente a su compañero, sentándose al lado de él.

-Perdón. -Dijo Viena sin ser capaz de mirar a los ojos a Helsinki.

-¿Qué? -Preguntó Helsinki.

-Perdóname. -Insistió Viena. -Nairobi no tenía que haber muerto. Esa bala era para mí. -Terminó diciendo dejando caer unas lágrimas.

-No, no. -Contestó Helsinki mientras abrazaba a su compañera. -Tú no ser culpable Viena.

En ese momento, Palermo se acercó a los dos compañeros.

-Los escoltas del Gobernador están listos. -Avisó Palermo. -En unos minutos abrimos las puertas.

Helsinki y Viena asintieron sin decir nada más. Entonces Palermo se alejó, dejándolos solos. De pronto, Helsinki sacó una armónica.

-Quiero tocar el Bella Ciao para despedirme. -Le dijo a Viena mientras le mostraba el instrumento.

-Es un gran gesto, Helsi. -Contestó Viena sonriendo levemente. -A ella le gustaría.

-¿Quieres acompañarme? -Preguntó Helsinki.

Viena se sorprendió ante esa pregunta. -No tengo ningún instrumento aquí, Helsi. -Contestó.

-¿Tú sabes tocar armónica? -Preguntó Helsinki.

-Sí, algo me enseñaron. -Respondió Viena.

Entonces, Helsinki sacó otra armónica de su bolsillo. -Esta era de Oslo. -Empezó a explicar. -Siempre llevo las dos. No creo que a Oslo le moleste si tocas tú. -Terminó diciendo mientras se la ofrecía a Viena.

Viena agarró la armónica. -Gracias, Helsi. -Respondió con una ligera sonrisa. Entonces se puso el instrumento de la armónica, empezó a soplar haciendo que sonara el instrumento. -Bueno, espero estar a la altura.

-¡PREPARADOS!- Gritó Palermo a lo lejos.

En ese momento, Viena y Helsinki se colocaron los instrumentos preparados para tocar.

-¡Puertas! -Avisó Palermo, mientras activaba la apertura manual.

Poco después las puertas se abrieron. En ese momento, Viena le hizo un gesto a Helsinki para que empezara a tocar las primeras notas él solo. Segundos después, empezó ella también a tocar. Y en ese instante, los escoltas del Gobernador empezaron a caminar en dirección al exterior llevando el ataúd en sus hombros. Viena y Helsinki siguieron tocando mientras veían como su amiga se alejaba.

Mientras tanto, los demás compañeros se quedaron mirando como los escoltas se llevaban a Nairobi, sin poder aguantar las lágrimas. Minutos después las puertas se volvieron a cerrar. Y eso significaba que nunca más verían a Nairobi. Viena y Helsinki, que intentaron no llorar y centrarse en la música, dejaron de tocar, se abrazaron y rompieron a llorar.

VIENA | LA CASA DE PAPEL |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora