Capítulo 39. Vivir muchas vidas.

699 53 92
                                    


En el atraco (Banco de España)

Viena no paraba de correr en dirección al comedor. Durante todo ese trayecto no dejaba de escuchar a sus compañeros a través del auricular, y cada vez se ponía más nerviosa. No paraba de torturarse con el mismo pensamiento: otro compañero podía morir y ella tampoco podría hacer nada si no llegaba a tiempo.

-Ya llego, ya llego. -Dijo Viena por la radio. -¿Cómo vais?

-Gracias al genio de tu novio, estamos a punto de poder levantar la columna y liberarle la pierna a Helsinki. -Contestó Bogotá.

Viena sonrió levemente. -¿Y Helsinki? -Volvió a preguntar.

-Débil, pero sigue consciente. -Respondió esta vez Palermo.

-Estoy a punto de llegar. -Volvió a hablar Viena cortando la comunicación.

Después de varios minutos corriendo, finalmente llegó al comedor donde se estaba produciendo la guerra. Pero antes de que pudiera ser consciente de la situación, vio como Manila, Denver y Tokio bajaban del gran agujero que había en el techo y comenzaron a disparar a los militares. Rápidamente, Viena se unió a ellos para intentar protegerlos mientras se desabrochaban los arneses. Segundos después estaban todos replegados en la trinchera que había creado Helsinki entre las dos columnas que adornaban la puerta de la cocina.

-¿Tú no ibas a descansar? -Dijo Manila bromeando.

-Me he dado cuenta de que me gusta demasiado la acción. -Contestó Viena siguiendo la broma. -No podía perderme esto.

Después siguieron disparando hacia los militares que se habían resguardado entre los escombros del comedor producidos por las explosiones que detonaron minutos antes.

-Viena, ¿dónde estás? -Preguntó Palermo a través de la radio.

-Con Denver, Manila y Tokio en el comedor. -Contestó Viena. -¿Vosotros?

-En el museo del oro. -Contestó Palermo. -Quedate con ellos. En poco tiempo tendremos rodeados a estos hijos de puta.

-Aseguraos de que Helsinki no se duerma. -Dijo Viena cortando la comunicación.

Los atracadores siguieron disparando hacia los militares, con la ayuda de Lisboa y Estocolmo que llegaron desde otro flanco de la habitación. Después de unos minutos, por fin los atracadores consiguieron tener rodeados a los militares que dejaron de disparar.

-¿Quién está a cargo acá? -Preguntó al aire Palermo.

-Comandante Sagasta. -Contestó uno de los militares.

-Bueno Sagasta, están rodeados. -Empezó a decir Palermo. -Dejen las armas en el centro de la sala, ahora.

-Vente tú a buscarlas, muerdealmohadas. -Habló Gandía.

Al escuchar esa voz, Viena se tensó. ¿Estaba delirando o era la voz de Gandía? ¿Cómo había conseguido volver hasta aquí si estaba realmente grave? Mientras tanto, escuchaban un leve murmullo procedente de los militares. ¿Qué estaría planeando?

-Sagasta, le doy 10 segundos. -Insistió Palermo ligeramente nervioso al ver que los militares no cedían.

Los atracadores seguían escuchando unos murmullos por parte de los militares.

-7 segundos. -Volvió a hablar Palermo.

Pero seguían sin ceder.

-5 segundos. -Seguía contando el atracador.

Seguía sin haber movimiento.

-4...3...-Insistía Palermo. - 2...

-¡Esta bien! -Contestó Sagasta levantando las manos. -Está bien, vamos a tirar las armas.

VIENA | LA CASA DE PAPEL |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora