Capítulo 30. La habitación del pánico

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En el atraco. (Banco de España)

Después de soltar la noticia, Río salió de la habitación. Entonces Viena rápidamente se levantó del sofá y fue hacia el botiquín para buscar la morfina.

-¿Qué haces? -Preguntó Palermo intentando mantener la calma, e interrumpiendo la búsqueda de Viena.

-¿Tú que crees? -Contestó Viena. -En cuanto esto me haga efecto ya puedo volver a trabajar.

-A ver, Lib.-Empezó a hablar Palermo. -No sé si eres consciente de tu estado. Tenés una herida de bala en el hombro, una herida importante en la espalda... Perdiste mucha sangre. -Hizo una breve pausa. - ¿No te das cuenta de que lo mejor es que descanses?

-Repito, en cuanto me haga efecto la morfina podré seguir trabajando. -Dijo Viena sin querer dar respuesta a lo que le comentó su amigo.

-Contestame a una pregunta. -Volvió a hablar Palermo de manera muy pausada. -Si yo fuera el que estuviera en tu situación, ¿vos que me dirías?

Viena se quedó en silencio durante unos segundos. Sabía que su amigo tenía razón, pero no quería reconocerlo. -No es lo mismo. -Dijo finalmente.

-¿Ah, no? -Preguntó ligeramente indignado Palermo. -¿Y a ver por qué no es lo mismo?

Viena estuvo varios segundos intentando buscar una excusa. Pero, de repente, Palermo le quitó la inyección de morfina que se había preparado.

-Dámela, Martín. -Pidió Viena ligeramente enfadada.

-No, Lib. -Contestó rápidamente Palermo. -Vos te quedarás acá descansando. No estás bien y no quiero que te pase nada más.

-No me va a pasar nada. -Dijo Viena. -Dame la morfina, por favor.

-Lo siento, pero no te voy a dar nada, Lib. -Contestó muy seriamente Palermo. -Vos vas a descansar. Y si para eso te tengo que encerrar con llave en este despacho, lo voy a hacer.

-¡No entiendes nada! -Gritó Viena con frustración.

-¿Qué tengo que entender? -Preguntó Palermo.

-Necesito acabar con ese hijo de puta. -Dijo Viena después de que se le escaparan unas lágrimas. -No puedo quedarme aquí, sabiendo que está vivo y que sigue teniendo a Tokio secuestrada. ¿No lo entiendes?

Palermo abrazó a su amiga. -Hagamos una cosa. -Dijo en un tono pausado. -Te voy a devolver la morfina. Vendrás conmigo a salvar a Tokio, pero sólo en calidad de médico. No te vas a poner en peligro. Y si te ordeno que te vayas, me obedecerás.

-De acuerdo. -Contestó Viena.

Entonces Palermo le devolvió la morfina. Rápidamente se la inyectó.

-¿Puedes mirar si está todo en el botiquín mientras me hace efecto? -Preguntó Viena a Palermo. -Solamente tardará unos minutos.

Palermo asintió y empezó a comprobar el botiquín. Tras unos minutos dijo: -Está todo, Lib. ¿Vos cómo estás?

-Ahora mucho mejor. -Contestó Viena con una ligera sonrisa. -Ya me ha hecho efecto y no siento nada.

Entonces Viena se acercó dónde estaba el botiquín y se lo puso en el hombro derecho para salir del despacho, pero Palermo la agarró del brazo.

-Creo que deberías ponerte un chaleco. -Dijo Palermo.

-¿No me dijiste que solo iría en calidad de médico? -Preguntó Viena extrañada.

-Sí, pero no confío en Gandía. -Respondió Palermo. -Es mejor que te lo pongas. -Hizo una breve pausa. -¿Te ayudo a ponértelo?

Viena asintió y dejó el botiquín en el suelo para que Palermo pudiera colocárselo. El atracador lo ajustó al cuerpo de su compañera con cuidado y antes de separarse le dio un beso en la mejilla.

VIENA | LA CASA DE PAPEL |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora