Capítulo 38. Defensa de Stalingrado.

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En el atraco (Banco de España)

Después de escuchar las palabras de Lisboa, Palermo se levantó del sofá y se puso a colocarse las armas para salir a encontrarse con sus compañeros. Durante esos minutos, Viena empezó a hacer lo mismo, cosa que enfadó ligeramente a Palermo.

-Lib.-Dijo intentando controlarse. -¿No habíamos dicho que te quedabas acá?

-Sí. -Contestó Viena mientras seguía colocándose las armas.

Palermo suspiró profundamente para seguir controlándose. -Entonces, ¿me podés explicar que carajo estás haciendo?

-Preparándome para ir con los demás al hall. -Explicó Viena mientras se colocaba el chaleco antibalas.

-A ver, Lib... -Insistió Palermo. -¿No te das cuenta de que te estás contradiciendo?

Viena se acercó a su pareja y lo abrazó. -Martín, tranquilo. -Empezó a decir la atracadora. -No voy a participar más en el atraco a no ser que estéis en peligro. -Hizo una breve pausa. -Pero eso no implica que no deba enterarme de las cosas. Voy a ir a la reunión para saber los planes. Pero en cuanto acabe, volveré aquí.

-¿Lo decís en serio? -Preguntó Palermo extrañado. -¿Esto no será alguno de tus jueguitos?

-¿En serio me estás preguntando tú por los jueguitos? -Repreguntó Viena.

Ante esa pregunta, Palermo no quiso responder.

-Martín, confía en mí. -Volvió a hablar Viena. -Pienso hacer lo que te he dicho: iré a la reunión y volveré aquí. Aunque me traeré alguna radio por si acaso. -Hizo una breve pausa. -Me he dado cuenta de que tengo que parar, y esta vez lo pienso hacer.

Palermo se sorprendió ante lo último que dijo. -¿Qué pasó para que digas eso ahora? -Preguntó.

-Pues lo que me pasó antes. -Contestó Viena. -Lo de no poder moverme. Al final la morfina simplemente me quita el dolor para poder continuar. Pero cada vez me encuentro más débil y sin poder trabajar en condiciones.

Palermo se sorprendió ante la respuesta de su novia. Era muy extraño que demostrara abiertamente algún tipo de debilidad, y más en una situación así. Sin embargo, no quiso decir nada. Simplemente la abrazó.

-Ya no es sólo el dolor. -Siguió hablando Viena. -De vez en cuando siento temblores en las manos, y puede ser un síntoma de debilidad. -Hizo una breve pausa. -Si en este momento tuviera que operar a alguien, no sé si sería capaz de hacerlo. Por eso quiero parar, para estar preparada en caso de que pase algo así. Lo entiendes, ¿no?

-Claro que lo entiendo, Lib. -Contestó Palermo, dándole un beso en la frente. -Me alegra que te hayas dado cuenta de que tenés que descansar y recuperarte.

-¿Vamos? -Dijo Viena separándose del abrazo.

-Sí. -Contestó Palermo sonriendo tomándole la mano a su novia.

Ambos caminaron hasta llegar finalmente al hall donde se encontraban todos sus compañeros. Se los notaba cansados, con miedo... y hasta ciertamente desesperados. Todos eran conscientes que, después de la liberación de Gandía, la policía y el ejército estarían organizando un ataque.

-Viena, ¿cómo estás? -Preguntó Lisboa al percatarse de la llegada de la pareja.

-Algo mejor. La morfina ya me ha hecho efecto. -Contestó Viena.

-Entonces... ¿Vuelves al atraco? -Preguntó esta vez Tokio.

Palermo miró a su novia esperando a que ella misma diera la respuesta. Por su parte Viena, tenía claro lo que tenía que decir. Pero en el fondo quería seguir participando en el atraco.

VIENA | LA CASA DE PAPEL |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora