Capítulo 22. Yo sigo aquí.

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En el atraco (Banco de España)

Viena subió las escaleras rápidamente. Su objetivo era esconderse en algún lugar donde nadie pudiera verla ni molestarla. Necesitaba más que nunca estar sola. Subió a la tercera planta y se encerró en una de las oficinas. Sentía una gran presión en el pecho y cierto sentimiento de ahogo. Entonces empezó a gritar de rabia. Se acercó a la mesa de la oficina y tiró al suelo todo lo que había en ella.

A los pocos segundos paró, y se sentó en el suelo. Empezó a llorar. Se sentía traicionada y dolida. Nunca se esperó que su amigo pudiera jugar así con sus sentimientos para luego dejarla tirada y traicionarla ante la policía. Minutos después se pudo tranquilizar. Entonces buscó un clip, lo desarmó y así consiguió terminar de quitarse el trozo de esposa que llevaba colgado en la mano izquierda.

Posteriormente, se metió la mano en el bolsillo y sacó el brazalete de cuero que le había enviado Sierra. Estuvo durante varios minutos mirándolo y recordando sus años en Burundi, sacándole una triste sonrisa. ¿Por qué tenía que estar en el Banco de España y no en el hospital con sus compañeros? Allí había conseguido volver a ser mínimamente feliz, tras la muerte de su hermano. ¿Por qué tuvieron que encontrarla?

¿Por qué tenía que haber vuelto a hacer un atraco cuando ella ya tenía una vida en paz? ¿Por qué tenía que haber vuelto a encontrarse con Martín si él la iba a traicionar?

Finalmente se puso el brazalete en la muñeca izquierda y siguió mirándolo preguntándose como estarían sus antiguos compañeros y sus pacientes. Pero alguien interrumpió sus pensamientos.

-¿Viena?-Preguntó Helsinki mientras se asomaba por la puerta.

-¿Sí? -Dijo Viena, volviendo a la realidad.

-Por fin te encuentro. -Dijo Helsinki mientras entraba a la oficina.

Viena entonces se tensó: - ¿Por qué dices eso? -Cuestionó. - ¿Está bien Nairobi? ¿Le ha pasado algo? -Siguió preguntando mientras se levantaba nerviosa del suelo.

-No, no. Nairobi está bien. -Explicó Helsinki. -Tokio te está buscando.

-¿Por qué? -Preguntó Viena.

-Profesor quiere hablar contigo. -Respondió Helsinki.

Viena soltó un suspiro de alivio. Al menos su hermano estaba bien. -Gracias por avisar, Helsi. -Terminó diciendo.

Viena iba a salir de la habitación, pero Helsinki agarró su brazo. Viena le miró sorprendida y extrañada.

-Gracias por parar a Palermo. -Dijo Helsinki.

-¿Qué? -Preguntó extrañada Viena.

-Tú lo paraste y por eso no nos ha traicionado. -Contestó Helsinki. -Sólo tú podías conseguirlo.

-Que va, Helsi. -Contestó Viena. -Yo solamente llegué antes. Si hubieras llegado tú, a ti también te habría hecho caso.

-No, Viena, no. -Insistió Helsinki. -Tú ser especial para él. A Palermo no le importa hacer daño a los demás. Pero tú no ser los demás.

-No. -Insistió Viena. -A mí también me iba a traicionar. Yo soy como todos. A Palermo solo le importa él mismo.

Entonces Viena salió por la puerta. No quería seguir hablando de Palermo. Lo seguía odiando por haber jugado con ella. Empezó a bajar las escaleras y recorrió varios despachos buscando a Tokio, pero no la encontraba. Finalmente, se topó con ella en los balcones de la primera planta que adornaban el hall del Banco.

VIENA | LA CASA DE PAPEL |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora