Capítulo 37. Arturito.

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En el atraco (Banco de España)

Después de varios minutos corriendo por todo el Banco, Viena llegó donde se encontraban sus compañeros. Allí pudo ver que en el lateral más lejano a ella se encontraban Palermo y Lisboa, mientras que en su lado estaban Denver y Manila. De pronto, Palermo la vio, no se podía creer que se hubiera querido poner en peligro otra vez.

-¿Qué carajo haces aquí, Viena? -Preguntó enfadado.

-¿Tú qué crees? -Respondió la doctora. -Denver está herido.

-Vos también lo estás. -Insistió Palermo. -¡Andate de acá!

-No. -Respondió contundentemente Viena.

-Haceme caso, por favor te lo pido. -Siguió insistiendo Palermo intentando aparentar cierta calma.

-Tengo heridos que atender. -Contestó Viena mientras se acercaba a Denver.

-¡La puta madre, Viena! -Gritó Palermo más enfadado aún.

-Creo que no es un buen momento para vuestra primera discusión de pareja. -Dijo Manila con cierta burla.

Pero antes de que alguno de los dos pudiera responder, los rehenes empezaron a disparar. Los atracadores intentaron ocultarse bien en los laterales del inicio del pasillo. Viena, dejó su fusil en el suelo y se puso al lado de Denver para comprobar la herida del brazo.

-¡Denver! -Gritó Arturo a través del pasillo. -¡Soy el papá de Cincinnati!

-Puta madre... -Susurró Denver para sí mismo.

-No le hagas caso. -Dijo Viena muy seria mientras empezaba a comprobar como estaba el disparo del brazo.

-Ven a darme un besito... -Seguía diciendo Arturo para provocar. -¡Ven!

Denver se zafó del agarre de Viena, sacando medio cuerpo hacia el pasillo. De pronto, Arturo encendió un lanzallamas apuntando a los atracadores. Todos se pusieron a cubierto para protegerse. Tras unos minutos, las llamas desaparecieron y los atracadores empezaron a disparar. Sin embargo, los rehenes también respondieron con disparos. La situación cada vez era más complicada, se estaban quedando sin balas, y no tenían ninguna opción de hacer frente a los rehenes.

-¡Arturito! -Gritó Palermo rabioso. -¿Crees en la reencarnación? Porque si no, te convendría negociar, ¿eh?

De pronto, los disparos desaparecieron. Parecía que iba a haber una pequeña tregua. En ese momento Viena, aprovechó para empezar a coserle la herida.

-Te voy a sedar. -Avisó Viena.

-Ni se te ocurra. -Dijo Denver muy enfadado.

-Hay que coserte esta herida o se acabará infectando. -Explicó Viena. -Te pondré anestesia local. Pero tienes que quedarte quieto de una vez.

-Y mientras Arturito jugando a quemarnos vivos, ¿no? -Cuestionó Denver.

-No. -Dijo muy será Viena. -Manila cubrirá esta parte. -Explicó mientras miraba a su compañera.

-Claro. -Contestó Manila.

-Coge mi fusil. -Le pidió Viena.

Manila obedeció y se puso en la esquina del pasillo preparada para actuar cuando fuera necesario. Por otro lado, Viena decidió que, debido a la situación, sería mejor grapar la herida para hacerlo de forma más rápida. Una vez que le aplicó la anestesia, empezó a grapar.

No obstante, Arturo tenía otros planes. Agarró una de las radios que se encontraba en el polvorín y la encendió para seguir hablando con Denver mientras Estocolmo lo escuchaba todo.

VIENA | LA CASA DE PAPEL |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora