Capítulo 12. Los atracadores somos nosotros.

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En el atraco. (Banco de España)

Viena seguía en el suelo. Todavía le temblaba todo el cuerpo. Intentaba relajarse antes de poder levantarse, pero empezó a escuchar unos pasos acercándose a ella. Segundos después notó como alguien la agarraba de los brazos y tiraba de ella para levantarla. Era Palermo. Y se le notaba muy enfadado.

Viena se quitó finalmente el pañuelo que le cubría la cara y empezó a hablar: -Palermo, yo...

Pero Palermo le tapó la boca con una mano para que no siguiera hablando. Después se giró y con la mirada ordenó a Denver y a Helsinki que llevaran a los rehenes a la biblioteca. Cuando el atracador al mando se aseguró que estaban solos, retiró la mano permitiendo que Viena pudiera hablar.

-Palermo... -Empezó a decir Viena.

-¿Así que vos sos la profesional aquí, no? -Le interrumpió Palermo.

Viena quedó en silencio, no sabía que responder.

-Decime una cosa... En el anterior atraco, ¿también incumpliste las normas y estuviste cerca de quedarte fuera de la Fábrica? -Insistió Palermo.

-Palermo, había un hombr... -Intentó justificarse Viena.

-¿Te das cuenta que si te quedas fuera nos habrías puesto en peligro a todos? -Le preguntó Palermo.

Pero Viena ya no iba a permitir que no la dejara hablar. -El primero que has incumplido las normas eres tú. -Empezó acusar. -Te recuerdo que yo tenía que haber ido en el segundo camión, pero por tus caprichos, se cambió el plan...

-No era ningún capricho. Quiero protegerte, como me pidió Andrés. -Dijo Palermo.

-No metas a mi hermano en esto. -Dijo Viena muy seria. - Y yo no necesito la protección de nadie.

-¿Segura? -Preguntó Palermo con cierto tono burlón.

-Sí. -Contestó secamente Viena. - Y precisamente por tu cambio de opinión para "protegerme", yo me tuve que quedar en la entrada controlando que la gente saliera del banco. Y un señor tropezó, se desplomó al suelo y tuve que ir a socorrerle.

-Ah, se me olvidaba. Que también sos médico y tenés que cumplir el juramento hipocrático. -Empezó a decir con tono burlón. -Pero, ¿sabés qué pasa? QUE ME CHUPA UN HUEVO TUS JURAMENTOS... AQUÍ SOS ATRACADORA. Y ESTÁS BAJO MI MANDO. No voy a permitir que vuelvas a incumplir mis órdenes, ¿Está claro? -Amenazó Palermo.

Ambos se quedaron mirándose de manera desafiante. Tras unos segundos, Viena finalmente habló: -A sus órdenes, capitán. -Haciendo el saludo militar y sonriendo de forma burlona.

Palermo se enfadó aún más, pero antes de que pudiera decir algo, Viena habló: -Creo que su público le espera, señor.

Ante eso, Palermo no contestó y empezó a andar hacia la biblioteca acompañado de Viena. Durante el trayecto ninguno de los dos habló. Al llegar a la sala donde estaban todos los rehenes, ambos atracadores subieron las escaleras. Viena se puso en un lateral al lado de Helsinki, dejándole el protagonismo al atracador al mando.

-Aquí estaréis seguros. -Empezó a decir Palermo volviendo a imitar el acento español. - Entre literatos y poetas no hay nada que temer. Tranquilos. -Tras una breve pausa, siguió hablando: -Levantad las manos.

Ante eso, los rehenes quedaron totalmente extrañados y no sabían qué hacer. Viena ante eso soltó un suspiró de frustración. "Ya está con sus estúpidos jueguecitos", pensó.

-Vamos, así como en un atraco. -Dijo Palermo levantando los brazos. Entonces todos los rehenes obedecieron la orden. -Vaamos... -Dijo animando Palermo animando a que lo hicieran rápido.

VIENA | LA CASA DE PAPEL |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora