Capítulo 32. Es Berlín.

1K 55 64
                                    


En el atraco. (Banco de España)

Un ligero murmullo es lo que oía Viena. No podía saber de qué hablaban ni distinguir las voces. Intentó abrir los ojos, pero no podía. Se sentía muy cansada y mareada. Tenía la boca totalmente seca. Empezó a mover ligeramente los brazos y las piernas.

-Se está despertando. -Escuchó decir a alguien.

Volvió a intentar abrir los ojos y esta vez consiguió abrirlos ligeramente, viendo todo borroso.

-Agua. -Pidió Viena con dificultad mientras intentaba centrar la mirada en un punto.

Finalmente consiguió ver nítidamente, viendo cómo se acercaba Paquita con una botella de agua. La enfermera le ayudó a levantarse levemente y le acercó la botella de agua para que pudiera beber. Al tragar el agua, Viena notó que le dolía un poco la garganta, como consecuencia de los gritos que dio antes de perder el conocimiento.

-Gracias. -Dijo Viena una vez que terminó de beber.

Paquita le sonrío y se separó de ella. Entonces Viena se fijó en su alrededor. Estaba en el sofá del despacho donde la enfermera le había curado los golpes y el disparo de Gandía. No entendía nada, ¿cómo había llegado aquí? ¿Por qué estaba sola con Paquita? Intentó levantarse del sofá, pero solamente consiguió sentarse, aun se sentía muy mareada.

-No se mueva. -Le pidió amablemente Paquita, mientras se volvía acercar a ella.

Pero Viena no miró a la enfermera, seguía observando la habitación. Al mirar hacia la puerta, se encontró con Matías que la estaba mirando.

-¿Cómo he llegado aquí? -Preguntó Viena que poco a poco se sentía mejor. -Yo estaba en el despacho del Gobernador con los demás.

-Palermo y Helsinki te trajeron aquí para que descansaras. -Respondió Matías.

-¿Y Paquita? ¿Qué hace aquí? -Siguió preguntando Viena.

-El señor Palermo me dijo que me quedara con usted cuidándola. -Contestó Paquita. -Aproveché que estaba dormida y le he cambiado todo el vendaje y he desinfectado las heridas con la ayuda de Matías. -Siguió explicando.

-Gracias Paquita. -Dijo Viena sonriéndola levemente.

-¿Le duele algo? -Preguntó la enfermera.

-No. -Contestó Viena. -El sedante que me inyectaron debe seguir haciéndome efecto. -Después de unos segundos volvió a hablar- ¿Cuánto tiempo llevo aquí?

-Unas dos horas. -Respondió Matías.

-Pues sí que es fuerte el sedante. -Dijo Viena intentando bromear. -¿Dónde están los demás?-Preguntó.

-Están reunidos. -Contestó Matías sin querer decir nada más.

-¿Y Gandía? -Volvió a preguntar Viena.

Pero Matías no quiso contestar. Palermo le había ordenado que no le diera ninguna información a Viena para que ella pudiera descansar.

-Ya. -Dijo Viena viendo que no iba a conseguir respuesta.

Entonces se intentó levantar del sofá y por fin lo consiguió. Ante esa situación, Paquita y Matías se acercaron rápidamente a ella.

-No, no, no. -Dijo Paquita mientras intentaba que se volviera a sentar. -No puede moverse de aquí. Tiene que seguir descansando.

-Paquita, agradezco su preocupación. -Contestó Viena. -Pero no puedo seguir aquí tumbada.

-El señor Palermo... -Empezó a explicar Paquita.

VIENA | LA CASA DE PAPEL |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora