Capítulo 7

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Narra Vanesa:

Joder, ¿se puede arrancar el día tan mal?

Eché otro vistazo a la rueda trasera del Audi, cada vez más baja. Efectivamente, tenía un pinchazo.

Resoplé frustrada y me metí en el coche para buscar mi móvil.

El día de ayer había ido fatal, había utilizado todos mis recursos para intentar negociar, pero era imposible, mi clienta y la otra parte estaban negados a dirigirse la palabra. Solo quedaba ir a tribunales, y eso implicaba un proceso mucho más largo, más costoso y con mucho más trabajo. Y como si aquello no fuera suficiente dolor de cabeza, tenía a Natalie encima de mí, y no de la forma que me gustaba. Hoy nada pintaba ir mejor.

Volví a resoplar, ya con el móvil en la mano. Natalie. No quería llamarla, me bastaba con tener que verla en la oficina, pero no tenía idea de cómo pedir una puta grúa.

Mientras esperaba que atienda, miré la hora en el tablero del coche. 09: 13hs. Ya iba tarde, y ahora llegaría aún más tarde.

- ¿Vanesa?

- Natalie, escucha. Necesito que envíes una grúa, una de las ruedas tiene un pinchazo

- Vale, vale. ¿En dónde estás?

- Camino a la oficina, por la avenida...te envío la ubicación y te fijas, ¿vale? Por favor, que se den prisa. No quiero perder toda la mañana en esto...

- Ya, tranquila. Yo me encargo.

- Gracias, Nat. –colgué-

Suspiré, aliviada. Sabía que Natalie se encargaría de que estén aquí en menos de media hora, siempre lograba ese tipo de cosas.

Tenía la puerta del coche entreabierta, la cerré completamente y me recosté en el asiento, esperando. Necesitaba relajarme un momento.

Eso, que no es sano arrancar el día con tanto estrés...

Ya, sobre todo si vienes de una noche cargadita. Cerré los ojos, recordando el planteo de Natalie.

Flashback:

Estaba recostada en el sofá, bebiendo una copa de vino e intentando relajarme tras un largo día, cuando el timbre sonó. Miré la hora: 23:44hs. Pero, ¿quién cojones es a esta hora?

Fui hasta el portero eléctrico y la pantalla me permitió descubrir quién estaba del otro lado.

- Natalie, ¿qué haces aquí? – no puede ser-

- Vanesa, ábreme por favor – ella me miraba a través de la cámara, expectante. Suspiré y volví a hablar-

- Pasa

Le abrí desde arriba y, segundos después, ya la tenía en la puerta.

- Natalie, es tarde –dije, dejándola pasar. Ella ingresó al departamento rápidamente y giró para mirarme-

- Lo sé, lo sé. Y lo siento ¿vale? – su voz temblaba, hablaba rápido- Pero necesitaba verte, hablar contigo... No respondiste a mis llamadas

Caminé hasta el sofá, buscando mi copa de vino. Necesitaba armarme de paciencia. Natalie me siguió muy pegada a mí, como si temiera que me escapara de mi propia casa.

- Nat, no tengo ganas de hablar, por no eso respondí. Estoy agotada.

Ella me estudió unos segundos, con su mirada seria, y luego sonrió con una expresión dulce. Yo la miraba algo confundida. Dio un paso hacia mí, y tomó mi rostro entre sus manos.

Conflictos de oficinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora