Capítulo 29

2.1K 111 11
                                    

Narra Vanesa:

Mis pulmones fallaron al escuchar sus palabras. Su cuerpo estaba tan cerca del mío que podía sentir como el calor que desprendía me atravesaba de lleno, envolviéndome en una atmósfera donde las partículas en el aire parecían haberse compactado, dificultando aún más mi respiración. 

Cuando el ambiente se volvió ligero y frío abruptamente, supe de inmediato que se había alejado. Tragué saliva. Su alejamiento significaba sólo una cosa: quería verme bien.

Mi cuero cabelludo picaba y sentía mi piel erizada. Me excitaba saber que era el centro de su atención y de su lujuria, pero, por alguna razón, estaba nerviosa.

Que me desnude...
¿Acaso era posible sentirme ya más desnuda?

- Hazlo... -musitó de repente y fue el empujón que necesitaba-

Lentamente y con manos temblorosas, fui quitando botón por botón de mi camisa hasta sentir mi pecho y mi abdomen descubiertos. Con un movimiento de hombros, la camisa se deslizó por mis brazos hasta despojarme de ella por completo. Bajé de mis tacones con cuidado y luego, seguí con mi pantalón. Lo deslicé suavemente por mis piernas, sintiendo a la perfección cada roce de la tela con mi piel. Tenía mis sentidos alterados y totalmente agudizados; podía sentir cada poro de mi anatomia erizado, mis mejillas ardiendo y la sangre fluyendo con rabia por mis arterias; incluso podía oír a la perfección su respiración agitada a pesar de la distancia y también podía escuchar la mía zumbando en mis oídos. No me sorprendería que ella también pudiera escuchar el bombear frenético de mi corazón.

Me removí saliendo de mi pantalón. Finalmente, estaba en ropa interior frente a la mujer que ya conocía cada recoveco de mi cuerpo, sin embargo, sentir su mirada sobre mi, teniendo mis ojos vendados, me inhibía y la atmósfera volvía a pesarme. Sentía mis pelos de punta y mi boca seca. Era, simplemente, intenso.

- Todo, Vanesa... -dijo con su voz ronca embistiéndome con fuerza-

Joder...

Una descarga directa en mi entrepierna me asaltó sin previo aviso. Respiré hondo con mi boca entreabierta, el aire parecía escasear cada vez más para mí y, aún sin verlos, mis mejillas ardían bajo el fuego de sus ojos.

Llevé mis manos a mi espalda y quité el sujetador que no tardó en formar parte de la pila de ropa que, seguramente, yacía junto a mis pies. Casi de inmediato, sentí mis pezones endurecer impávidos, respondiendo a ella y al abandono de la protección cálida de la tela.
Con mis pulsaciones desbocadas, enganché el elástico de mis bragas y las deslicé por mis piernas, siéndome inevitable suspirar sonoramente al sentir el contraste del aire con mi sexo caliente y húmedo. Mónica me imitó, pero su suspiro fue mucho más brusco.

De pronto, sus tacos sonaron contra el suelo, acercándose. Mi corazón dio un vuelco y mi sexo palpitó impaciente ante la posibilidad del tacto de sus dedos. Pude sentir su aliento contra mi rostro, alertándome de la poca distancia que nos separaba. Relamí mis labios ansiosa. 

Espere un momento que me supo a eternidad, pero no me tocó.

En su lugar tomó mi mano izquierda y la llevó a su boca, besándola. Mientras lo hacía, escuché el claro sonido de la cremallera de su pantalón y luego, abruptamente, la mano que había besado estaba en su sexo. 

Tomé aire con la boca abierta cuando la apretó contra ella, haciéndome tocar con mis dedos la humedad que traspasaba la tela de su tanga.

- ¿Ves lo que me haces? -susurró y yo jadeé, deseando más-

¿Puede ser más caliente?

Moví mis dedos para correr lo único que me impedía estar dentro de ella y, lentamente, metí mi dedo índice. No podía ver, pero sí sentir todo. Mónica gimió fuerte, apoyando su cabeza en mi hombro mientras se empujaba contra mi mano. Busqué su boca a tientas y cuando la encontré, la embestí con mi lengua, ella correspondiéndome con la suya. De pronto, me sentía flotar entre sensaciones: su lengua luchando con la mía, el latir de su corazón contra mi pecho, los sonidos del deseo insaciable que nos consumía y su interior que mojaba y calentaba mi dedo... Gemí, extasiada. 

Conflictos de oficinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora