Capítulo 28

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Narra Mónica:

Luego de dos largas horas de viaje, Vanesa finalmente frenó el coche frente al portal de mi edificio. Quité mi cinturón esperando que apagara el motor e hiciera lo mismo, pero no lo hizo. La miré con el ceño fruncido.

- ¿Qué ocurre? -pregunté confundida-

Ella giró su cabeza hacia mí, mirándome seria, y a pesar de la oscuridad de la noche, pude notar dos pequeñas manchas granate en su cuello que constataban el ataque de pasión que había sucedido un par de horas atrás, un ataque que había comenzado siendo mío, pero acabo siendo de ambas.

- No esperaras que suba así, ¿verdad? -respondió divertida a mi expresión mientras miraba su ropa cubierta de polvo- Iré a ducharme y cambiarme la ropa, luego regreso - añadió rápidamente y yo dejé escapar una suave risa-

Oh no, no irás a ningún lado Martin.

Estiré mi mano y apagué yo misma el motor. Vanesa me observó negando con la cabeza mientras mordía su labio inferior.

- Tengo una ducha. -murmuré cerca de ella mientras desprendía su cinturón- Y la ropa... -chasqueé con la lengua mirando con descaro sus labios- no la necesitarás.

Entreabrió su boca y el suspiro que dejó escapar entre ellos fue el desencadenante para que el deseo vuelva a abrir sus puertas en mi interior. Acerqué mis labios a los suyos, rozándolos levemente, pero en cuanto intentó besarlos, me alejé.

Vanesa resopló, reprendiéndome con sus ojos. Sonreí satisfecha.

La deseaba, pero más deseaba escucharla pidiendo por mí.


Ingresamos a mi departamento y mientras cerraba la puerta con llave, Vanesa dio unos pasos observando el lugar. La miré detenidamente mientras ella avanzaba por mi sala de estar, pasando sus dedos por el respaldar del sofá beige que yacía en el centro sobre una gran alfombra de yute gris.

- Bonito lugar... -dijo mientras su atención se dirigía a una gran estanteria con mi colección de literatura. Vanesa silbó en apreciación, sacando y abriendo un libro- Vaya, creí que me encontraría con una gran biblioteca jurídica...

Reí despacio al tiempo que me acercaba a ella por su espalda.

- La tengo... -susurré quitándole el libro para devolverlo a su lugar y luego apoyar mi mentón en su hombro- pero está en mi estudio.

Lentamente, rodeé su abdomen con mis brazos y la pegué a mi cuerpo, un cosquilleo me recorrió la espalda al sentir su trasero contra mi entrepierna. Moví mi cabeza contra su cuello y respiré hondo, llenándome con su olor y restos de algún perfume francés. Podría pasar un día entero corriendo entre parcelas y polvo, pero su olor, tan suyo, siempre estaría ahí.

Vanesa suspiró pesadamente, metiendo una mano en mi cabello para pegarme más a su piel, tan ansiosa de sentirla por completo como yo. Lentamente, pasé la lengua por su cuello, haciéndola estremecer contra mí, gemí despacio, presa una vez más del cosquilleo que su movimiento despertó en mi sexo. Succioné su piel, esforzándome por no ceder ante el impulso de mover mis manos por su cuerpo, al menos no por ahora.

Empujada por un deseo voraz, atrapé su carne entre mis dientes y volví a chupar, consciente de que la seeguía marcando y que al día siguiente obtendría un par de regaños por ello.

Vanesa gimoteó y con su mano intentó bajar la mía a su ingle. Sonreí mientras pasaba mi nariz por su mandíbula.

- Mónica... -murmuró severa-

Ignoré su pedido disfrazado de advertencia y, con una mano, levanté su cabello para lamer su nuca, haciéndola gemir, mientras que con la otra jugaba en la cinturilla de su pantalón, tentando y probando su paciencia.

Conflictos de oficinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora