Capítulo 16

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Narra Vanesa: 

Cerré la puerta despacio, sin quitarle los ojos de encima. Mónica me miraba furiosa con el ceño fruncido. 

- ¿Que como me encuentro? –dijo dejando salir una risa cargada de sarcasmo- Vaya que eres cínica...

Abrí mis ojos, fingiendo sorpresa.

- No te entiendo...

- ¿Qué no entiendes Vanesa? –se giró hacia el espejo y comenzó a hacerse una coleta- Tengo a una cabrona y a una argentina tirándome dardos desde que bajé del coche ¡de puta madre estoy!

- Vale, vale... -dije mientras hacía un gesto con las manos para que se calmara- estás cabreada...

Mónica dejó salir una carcajada y dio un paso hacia mí.

- ¡Qué perspicaz, Hawking! 

La miré mordiendo mi labio inferior para evitar reír, mientras ella intentaba calmar su respiración agitada. Sabía perfectamente que estaba cabreada, y en parte me sabía responsable, pero vamos, que sería una hipócrita si no aprovechara las oportunidades que tenía delante, y hoy tenía viento a favor para molestarla, al menos, por un rato.

Di también un paso hacia ella y me detuve para mirarla a los ojos. Estaban encendidos y las llamas que desprendían parecían venir directas hacia mi, dispuestas a tomarme, envolverme y llevarme hasta el centro del incendio. Llevé una mano hasta su entrecejo y, lentamente, deslicé por él mi dedo índice, suavizando su expresión. No me importaba arder viva si era por ella.

- Estas celosa –susurré lentamente. Mónica volvió a reír-

- ¿Celosa? ¿Y por ti? Vanesa... que estamos grandes

Intentó alejarse en dirección a la puerta, pero la detuve tomándola de la cintura y pegándola a mi. Los celos, y el hecho de que una persona se sienta dueña de otra, fueron siempre características que mantuve alejadas de mi vida, o al menos fue así hasta que conocí a Mónica. Ella había dado vuelta todos mis esquemas, tanto que de pronto me vi poniéndome celosa por ella, padeciéndolo, pero también disfrutando cuando los celos venían de su lado. Como en este momento.

- Entonces... -dije y paseé con mis manos por sus costillas hasta llegar a su espalda, la presioné más contra mi, sintiendo sus senos contra los míos. Mónica tomó una bocanada de aire- ¿no te molesta que lleve a cenar a Johana?

Sus pupilas dilatadas abarcaban casi por completo su iris, pero en cuanto pronuncié aquel nombre se encogieron a la velocidad de la luz, confirmándome lo que ya sabía: sentía celos. Mi entrepierna reaccionó ante su respuesta orgánica y de repente una oleada de calor me recorrió el cuerpo para finalmente acabar distribuida en cada una de mis extremidades más sensibles. Los celos me fastidiaban, pero en Mónica me excitaban y no era capaz de explicarme el porqué.

Sus ojos se fijaron en mis labios, y los míos hicieron lo propio con los suyos, devolviéndole la intención.  Puse una mano en su nuca para acercarla y besarla, pero antes ella tomó mi cabello y jaló, tirándome la cabeza hacia atrás, dejando mi garganta expuesta para su boca que ya la besaba y lamía. Fue dejando besos húmedos a lo largo de mi cuello hasta que llegó a mi barbilla y comenzó a jugar en ella con la punta de la lengua. Mordí mi labio, evitando gemir e intenté  mover la cabeza para besarla pero ella jaló fuerte hacia atrás, una vez más, impidiéndolo. Dejé escapar un pequeño jadeo cuando apretó sus dientes contra mi mandíbula, sintiendo mis pezones endurecer bajo la tela del sujetador. 

Mónica volvió a jalar mi cabello, pero esta vez para dejar mi boca a su alcance, y entonces me besó de forma desenfrenada, con saña y enfado por igual, obligándome a abrir más mis labios en cada embestida. 

Conflictos de oficinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora