Capítulo 20

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Narra Mónica:

- Joder, Mónica ¡que la sueltes de una puta vez!

Natalie volvió a empujar el arma contra mí y yo abrí los ojos para luego girar lentamente hacia ella.
Me miraba con odio, apuntándome directamente entre mis cejas y sosteniendo el arma con ambas manos temblorosas.

Date por muerta...

Sus pupilas bajaron por un momento a la unión de mi mano y la de Vanesa, para luego volver a subir a las mías. Estaba segura que, si pudieran, sus ojos ya me habrían destrozado el cráneo con una decena de balas.

- Por última vez. -susurró con los dientes apretados- Aléjate

Sin quitar mis ojos de los suyos, negué lentamente con la cabeza. Tal vez yo también había perdido todo rasgo de  cordura, pero el arma apuntándome no me intimidaba. No lo suficiente como para salir del coche y ver cómo se alejaba llevándose a Vanesa con ella.

Natalie me estudió por unos segundos hasta que su expresión se suavizó y una sonrisa tranquila se dibujó en sus labios, indicándome que algo se le había ocurrido. Nada bueno, sobre todo para nosotras. Mierda. Mi respiración se entrecortó mientras esperaba con temor su próximo paso.

De un solo movimiento, corrió el arma de lugar y apuntó contra la cabeza de Vanesa.

Oh no, no, no...

Instintivamente levanté ambos brazos, enseñándole mis palmas. La angustia y el huracán de emociones que sentía dentro se instalaron con más fuerza sobre mi garganta, formando un nudo doloroso.

- Vaya... qué bueno que ahora nos entendamos... -puso su cabeza de lado y me observó con una expresión curiosa- Mira nada más, que romántica resultaste, Carrillo...

Respiré profundo, intentando calmar mis nervios y esforzándome por pensar en algo rápido. 

Hubiese sido de mucha ayuda que llames a la policía, cerebrito

Mordí mi lengua por dentro, me había equivocado. Había actuado impulsivalmente y la había cagado a lo grande.

- Bájate. Ahora.
- Natalie, escúchame bien... -dije rápidamente, improvisando una vez más-  Estas a tiempo, ¿vale? Si lo dejas ahora, esto tiene una solución. Pero ¿qué crees que pasará con Vanesa si despierta y ve que, técnicamente, la has secuestrado?

Natalie volvió a apuntar a mi con sus ojos chispeantes.

Bien, Mónica, sigue por allí...

- Aún estas a tiempo a que te perdone -no, ni de coña- pero tienes que parar esta locura...
- ¡Cállate! - exclamó con la voz quebrada y con sus ojos repentinamente humedecidos- Esto también es tu culpa. Estábamos bien antes...

Mordió su labio inferior, controlando el temblor que de pronto lo azotaba. Negó frenéticamente con la cabeza mientras sus manos temblaban cada vez más.

- Pero tuviste que llegar tu y arruinarlo todo

Movió sus ojos a Vanesa, y sorbió su nariz mientras la lágrimas caían sin control por su rostro.

- Si tu no aparecías, sé que habría conseguido que se enamore de mí, tanto como yo lo estoy de ella...

Sentí náuseas.
Eso no era amor. Era una maldita obsesión.
Inhalé profundo y cerré los ojos. Poco a poco, había logrado quedar sentada a un lado de Vanesa, con mis piernas colgando hacia afuera del coche y mis manos en alto, formando un escudo humano. 

- Natalie... -dije lentamente- Si tanto la amas, ¿por qué estas haciéndole esto?

Natalie me miró con sus ojos enfurecidos mientras algunas lágrimas seguían cayendo. Una de sus manos viajó velozmente hasta mi, tomando mi cuello con fuerza y empujándome hacia atrás, golpeando mi cabeza contra el respaldo duro.

Conflictos de oficinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora