Capítulo 15

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Narra Mónica:

Di un paso hacia adelante, estaba a punto de responderle cuando sentí la mano cálida de Vanesa en mi hombro, giré hacia ella y me la encontré con una sonrisa forzada, mirándome fijamente con sus ojos desorbitados. Negó disimuladamente con la cabeza, rogándome, imagino, para que no abra la boca. 

- Discúlpala Johana, es que fue un viaje largo y no paramos a beber ni un café –dijo de repente, excusándome-

La miré con incredulidad, pero me allané al pedido de sus ojos y no dije nada. Respiré hondo un par de veces, intentando calmar el mal humor que brotaba de cada uno de mis poros. El último tramo del viaje lo había hecho con un fuerte dolor de cabeza y dado que no llevaba analgésicos conmigo, tuve que limitarme a tolerar mis sienes punzantes mientras mi ánimo empeoraba a medida que avanzábamos cada kilómetro. Cuando llegamos a la sede creí tontamente que el dolor iría disminuyendo con la ayuda del aire fresco, pero nada más alejado de la realidad: el hecho de llegar y encontrarme con una bomba latina que se comía con la mirada a Vanesa sólo acentuaba los pinchazos. 

- Ahh, entiendo –respondió Johana, le sonrió simpática a Vanesa y luego clavó su mirada en mí- En Argentina tengo una sobrina que es igual a vos, hace berrinche cada vez que tiene hambre –soltó e inmediatamente sentí la mano de Vanesa haciendo presión en mi hombro, en señal de advertencia-

¡Joder con esta cabrona!

Johana seguía con sus ojos clavados en mí, a la espera de una respuesta, pero mordí mi lengua muy fuerte para contenerme y limitarme a fulminarla con la mirada. 

- Venga, que ya hicimos las presentaciones. ¿Qué tal si entramos? –propuso Javier en un intento de calmar las aguas, hasta entonces parecía invisible y ajeno a todo- 

Vanesa asintió y quitó su mano de mi hombro mientras yo me lamentaba internamente. Su contacto, por mínimo que fuera, me gustaba. 

- Será lo mejor, tenemos una larga jornada por delante - dijo y Johana desvió sus ojos hacia ella, una vez más

Mientras Javier se dirigía al interior, Johana se detuvo antes de cruzar el umbral de la puerta y le cedió el paso a Vanesa haciendo un gesto con las manos. Por un momento creí que era mera cortesía pero, en cuanto Vanesa dio un par de pasos delante de ella, pude ver como los ojos de la argentina bajaban descaradamente a su trasero.

¡Venga! ¿Se puede ser más gilipollas? 

Carraspeé fuerte, haciéndole notar que aún estaba detrás y que la había visto. Johana volteó hacia mí y  se encogió de hombros con expresión inocente para luego cruzar la puerta ella también.

Tenía mi cejo fruncido, de hecho la tensión no había abandonado aquel lugar de mi rostro desde que Johana abrazó a Vanesa, probablemente ya tenía un surco entre ceja y ceja, pero no me importaba. Este día no estaba siendo como lo imaginé y eso me frustraba más de la cuenta. Exponer nuestra estrategía jurídica a cada cliente y esperar su aceptación mediante una firma ya me tenía de los pelos, y tener que unir tantos cabos sueltos para construir un terreno medianamente seguro por el cual dirgir el caso, no ayudaba a calmar mis nervios en lo absoluto. Pocas veces en mi carrera tuve un control tan precario sobre una causa, en efecto sólo recordaba dos antecedentes, pero siempre fui capaz de dominarlos y encarrilarlos gracias al control que sí tenía de los otros ámbitos de mi vida, pues todo es menos complicado si debes arreglar sólo una parte y no el coche entero. Sin embargo, en este momento parecía que todo estaba fuera de mi control; los pormenores del caso y mis emociones. Vanesa no sólo me había convencido de que arriesgarnos por esta estrategía era lo mejor; también había tomado entre sus manos mi sistema límbico y estaba haciendo de él lo que se le daba la gana. 

Conflictos de oficinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora