Capítulo 58

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Narra Vanesa:

Estudié la habitación con detalle mientras esperaba que Mónica regresara. Su insistencia en que no me moviera de la cama hasta que ella estuviera de vuelta con los médicos había sido tajante y tierna en partes iguales. Sonreí pensando en ello mientras continuaba estudiando el lugar; delante tenía una puerta que supuse sería el baño, a mi derecha un sillón individual junto a una pequeña ventana y a la izquierda de la habitación, junto a la puerta de salida, se encontraba un sofá de dos cuerpos repleto de papeles, carpetas y algo que llamó aún más mi atención: al menos cuatro vasos desechables de café. Vaya... Mis cejas se arquearon con sorpresa. ¿Mónica bebiendo un café que no sea Starbucks?

Si se ha atrevido a beber de los que has preparado tú, un café de hospital no es problema para ella.

Sacudí la cabeza mientras una leve sonrisa volvía asomar por mis labios y dejé que mi atención sea captada por los papeles. 

Era evidente que había estado trabajando. 

Será algún caso... 

Fruncí el ceño inmediatamente, sintiéndome fuera de lugar. Solía saber de los casos que ella llevaba, pero ahora mismo no tenía idea de qué iban aquellos documentos. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Ella había dormido aquí siempre? Una sensación de agobio llegó a mi con fuerza. Me gustaba estar al tanto de todo y ahora mismo no tenía idea de nada. 

Mónica no me había dicho con exactitud cuánto tiempo llevaba hospitalizada, pero a juzgar por las pistas que tenía esparcidas por toda la habitación, debían ser varios días. Suspiré pesadamente mientras aquella sensación agobiante tomaba cada vez más dimensión en mi interior y observé en dirección a la puerta. 

¿Dónde demonios estaban?

 Necesitaba respuestas e información, podía sentir la ansiedad escalando por mi cuerpo. Abrumada, me removí en la cama con intenciones de ponerme de pie, pero nada más hacerlo una fuerte punzada en uno de mis costados me hizo dar un respingo y cerrar los ojos adolorida, dejando atrás aquella intención.

- ¡Joder! -gruñi con los dientes apretados mientras descubría la parte de mi cuerpo que casi me hizo llorar. Mis ojos se abrieron sorprendidos en cuanto removí las sábanas- ¿Qué mierda...? 

Tragué saliva bruscamente mientras observaba que debajo de la ropa de hospital tenía un vendaje que rodeaba mi abdomen. De pronto, una serie de imágenes mentales revolvieron mi memoria y mi estómago. Estaba en el medio de la sala de mi apartamento, Mónica de pie en una esquina observándome con terror mientras el cañón frío de un arma se presionaba contra mi sien. Jadeé y cerré los ojos con fuerza, provocando que aquellas imágenes siguieran reproduciéndose. Mi boca se secó mientras el miedo que sentí en aquel entonces volvía a azotar mi cuerpo. Sabía la raigambre de aquel temor; no temía por mi, sino por la persona que estaba delante luchando por controlar sus temblores. Mónica. Su voz se hizo un eco en mi mente, primero distorsionado y luego con perfecta nitidez, la misma que me permitió ver sus ojos abriéndose con el horror de quien sabe que lo inevitable toca a su puerta. 

- ¡Natalie, detente!

Mis ojos se abrieron de golpe. Con la respiración agitada, clavé la mirada en el vendaje mientras el rompecabezas comenzaba armarse en mi mente.

Dios, ¿ella me había disparado?

Un nuevo recuerdo se incrustó en mi cerebro con el filo de una secuencia sangrienta y terrorífica. Cerré los ojos una vez más, aún sabiendo que la mirada desesperada de Mónica no se iría de allí.

- ¡Amor, mírame! Respira, ¿vale? Estarás bien... -decía agitada y sin un ápice de seguridad.

Podía sentir su pánico y su angustia aún en mi memoria, tanto que incluso agradecía no haberlos vivido en su lugar. Sacudí la cabeza rechazando la espantosa idea cuando el sonido de la puerta al abrirse me hizo sobresaltar. Abrí mis ojos de golpe, topándome con una hermosa sonrisa en el rostro de Mónica que se esfumó nada más verme, dejando en su lugar unos labios sellados con preocupación. A medida que me estudiaba, su mirada más se ensombrecía de preocupación. Verla a los ojos luego de recordar aquella espantosa escena había hecho que una confusa sensación de alivio mezclado con ansiedad se desataran en mí, dejándome una cosa en claro: realmente agradecía no haber ocupado su lugar.

Conflictos de oficinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora