Capítulo 14

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Narra Vanesa:

El sonido de la alarma castigando mis tímpanos me obligó a despertar, a duras penas estiré un brazo para aporrearlo y callarlo de una vez. Me quedé unos segundos de cara contra la almohada y cuando reuní fuerzas, abrí los ojos para ver la hora: 07:03hs. Bufé sintiendo el cansancio en todo mi cuerpo. Una vez más, mis horas de sueño se habían reducido severamente fruto de una noche tan revoltosa que esperaba que no fuera un indicio del día que tenía por delante.

 Flashback:

Aún sobre sus piernas, miré a Mónica una última vez antes de ponerme de pie. No había sólo exasperación y confusión en sus ojos  sino también frustración, incluso cierta molestia, y aquello me confundió aún más; no entendía si estaba así porque nos habían interrumpido justo cuando la pasión volvía a vestirnos, o si la razón era mucho más profunda que una simple interrupción a un momento de calentura. 

Fui hasta el portero y no pude contener el insulto que salió despedido instantáneamente por mi boca. Natalie, una vez más.

- ¿Está todo bien? –preguntó Mónica desde el sofá, pero observándome atentamente. Negué con la cabeza y presioné el botón que activaba el micrófono-

- Natalie, ¿qué coño haces aquí?

Ella sonrió debilmente del otro lado. A pesar de su esfuerzo por mantener el equilibrio, su cuerpo se balanceaba de un lado a otro. Cerré los ojos un segundo, deseando que no sea lo que creía.

- Quiero... hablar... contigo –dijo arrastrando las palabras y riendo al tiempo que levantaba la mano a la cámara, enseñándome una botella de vino cerrada-

Claro que es lo que crees...

Escuché los pasos de Mónica acercándose, fijé mi vista en su rostro y vi como su expresión de exasperación mutó a una de auténtica preocupación cuando estudió la imagen en la cámara.

- Vane... cariño... –dijo Natalie con un hilo de voz, estaba a punto de llorar- háblame... te lo suplico...

No respondí, sólo me quedé mirándola a través del aparato mientras analizaba la situación. No me agradaba verla así, pero cuánto bebía y qué hacía con eso estaba fuera de mi control.

- Oye –la voz moderada de Mónica me hizo girar hacia ella- podrías prepararle un café, ¿no crees?

Me quedé en silencio, asombrada por su repentina empatía con Natalie. Sabía que no le caía bien y aun así sus ojos me pedían francamente que le permitiera entrar. Sin embargo, Mónica no la conocía, y hace poco descubrí que realmente yo tampoco, sus cambios de humor y su repentino comportamiento posesivo sobre mí me lo habían dejado muy en claro.

Suspiré pesadamente, había tenido un día largo y estaba muy agotada como para ser capaz de afrontar un encuentro con Natalie, pero Mónica tenía razón. No podía dejar que se marche en ese estado, mucho menos si iba conduciendo, no era seguro para ella ni para las personas que podían encontrarla en la calle.

- ¿Quieres que la alcance hasta su casa? –preguntó Mónica, ofreciéndome otra solución y sorprendiéndome, una vez más, con su generosidad. Negué con la cabeza-

- No, no es tu problema... -mascullé y ella me reprendió con la mirada-

- Y ella no es una cosa... Es una persona, ¿lo sabes verdad?

Su ironía me golpeó, dejándome ver lo gilipollas y desalmada que estaba siendo. Suspiré una vez más y masajeé mi sien mientras pensaba. Otra vez, Mónica tenía razón, estaba siendo demasiado severa con Natalie ¿y realmente por qué? ¿por haberse enamorado? A fin de cuentas, no era sólo su culpa, fui yo la que decidió seguir viéndola aun conociendo sus sentimientos y sabiendo que no nos llevarían por buen camino. Me había equivocado y el hecho de tenerla ebria aporreándome el portero era simplemente una consecuencia de mis errores.

Conflictos de oficinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora