Capítulo 2

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Narra Mónica

Recorrí apresuradamente el vestíbulo de entrada al edificio de Francisco Martin, habíamos acordado una reunión para discutir lo que sea necesario sobre mi contrato y firmarlo de una vez. Sin embargo, mi apuro no se debía sólo a que iba justísima de tiempo, sino a que quería evitar a toda costa que alguien viera los chupetones de mi cuello que no había llegado a tapar del todo en casa. Por decidir dormir unos minutos más, tuve muy poco tiempo para maquillarme y taparme las consecuencias de la noche como me hubiese gustado, incluso tuve que beberme el café de camino a la oficina. Pero va, nada que no pueda arreglar en lo que duraba el viaje en ascensor.

Respiré más calmada una vez que ingresé al mismo, nadie me había visto. Presioné el número 40, la oficina del Dr. Martin estaba en el último piso, lo que agradecí porque me daba algo más de tiempo. Dejé mi bolso entre mis piernas y me puse manos a la obra. Acercándome al espejo del ascensor, pude ver las marcas más de cerca. Pero ¿qué coño...? Vamos, que no tenía 15 años para andar con este tipo de marcas en la piel. Puse la base encima del corrector y luego un poco de polvo compacto. El profesionalismo se me iría al traste si me veían con chupetones.

Anda, que anoche no parecía molestarte sentir su boca succionándote la piel...

Mordí mi labio inferior mientras las imágenes de aquella mujer besando y tocando mi piel se disparaban en mi mente.  Pues no, no me había molestado y, de hecho, lo repetiría aunque tuviera que llenarme el cuello de base todos los días. Incluso, al regresar a casa en la noche, comencé a cuestionarme si no había tomado la decisión equivocada al negarme a darle mi nombre. Era una mujer hermosa, ardiente y lo poco que pudo hacer, lo hizo de mil maravillas...

Ya, si lo pones así, claramente fue un error.

Cerré los ojos cuestionándome, hasta que sentí el sonido del ascensor avisando que ya me encontraba en el piso del Dr. Martin. Era momento de centrarme. Salí al pasillo y fui hasta la mesa de entrada para anunciarme. Una mujer que probablemente rondaba los 60 años, me miró de pies a cabeza. No solían intimidarme ese tipo de miradas, no siendo quién soy, no con mi trayectoria y, menos aún, cuando sabía que iba bien vestida como en esa ocasión; llevaba un vestido negro al cuerpo y hasta las rodillas, y con una chaqueta blanca y negra a tono. Sin embargo, la mirada de aquella mujer imponía.

- Buenos días, ¿qué necesita? –soltó tajante. Yo le mostré mi mejor sonrisa, vamos, que tampoco venía yo a pedirles trabajo-

- Soy la Dra. Mónica Carrillo, tengo una reunión con el Dr. Martin.

La mujer no se inmuto, lo cual me sorprendió un poco, pues pensé que al escuchar mi nombre le correría alguna expresión por el rostro, pero no, sólo marcó un número en el teléfono y habló con el mismo tono:

- Doctor, la señorita Carrillo está aquí –asintió para sí misma y colgó- Pase, siga el pasillo hasta la última puerta. El señor Martin la está esperando.

Vale, al menos usa el mismo tono incluso con su jefe.

Le agradecí y caminé en la dirección que indicó. Golpeé suavemente la puerta para luego ser abierta por un sonriente Francisco Martín.

- Dra. Carrillo, es un placer tenerla aquí –dijo y estrechó mi mano enérgicamente-

- Lo mismo digo, Dr. Martin –le devolví la sonrisa- Por favor, llámeme Mónica y tutéame.

Su sonrisa se ensanchó aún más y me hizo seña para que tome asiento frente a su escritorio. Parecía honestamente feliz, lo cual también me pareció raro aunque era bonito ser recibida así. Él tomó asiento en su silla rápidamente.

Conflictos de oficinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora