Capítulo 49

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Narra Mónica:

La mañana y la media tarde habían pasado en un abrir y cerrar de ojos, habíamos llegado más tarde de lo habitual a la oficina y la pila de papeleo pendiente que nos esperaba era descomunal. Pasado el mediodía, almorzamos cómodamente en la sala del despacho, entre papeles y formularios que rellenar, y comida china para variar. En aquel entonces todo estaba bien, dentro de lo que podía estarlo en nuestra situación. Sin embargo, cuando las horas de la tarde se acercaron, pude incluso olerlo. Había algo mal. Lo intuía, pero no podía saber qué. 

Vanesa había pasado el día más inquieta de lo normal y, a partir de las cuatro, apenas era capaz de quedarse sentada en un mismo lugar. Revoloteaba por la oficina, iba y venía con los papeles en su mano y cada que le preguntaba si estaba todo bien, ella esquivaba mi mirada y asentía diciéndome que la reunión con la Fiscalía la traía de los pelos.

Su respuesta no me sorprendió, pues yo estaba igual. Necesitaba que aquella historia con Natalie se cerrara de una vez y poder quitarla de nuestras vidas para siempre. 

Sin embargo, lo que sí me sorprendió cuando llegó su hora de irse fue su tenaz reticencia a ser acompañada hasta la Jefatura.

Fruncí el ceño mientras ella metía los últimos papeles en su bolso con las miradas reprobadoras de Julia y Gonzalo clavadas en su espalda.

- Voy a una puta comisaria, estaré rodeada de policías, no necesito más seguridad. –gruñó mientras tomaba las llaves de mi coche y volteaba. Estaba lista para irse. 

Ellos cruzaron miradas brevemente, cuestionándose su proseguir. Lucían vacilantes y algo intimidados por la rigurosa determinación de Vanesa, pero finalmente fue una Julia visiblemente exasperada la que decidió tomar el toro por las astas. 

- Señora, lo siento, pero tenemos órdenes estrictas de acompañarlas a donde vayan. –murmuró con cautela. Vanesa la miró ferozmente, pero antes de que pueda abrir su boca y escupirle su respuesta a la mujer, decidí intervenir.

- Cariño, por favor deja que Julia te lleve. Me quedaré más tranquila –dije con honestidad. 

Vanesa movió su cabeza para mirarme y avanzó en mi dirección. Rodeó mi escritorio hasta alcanzarme y dejar ambas manos en los apoyabrazos de mi silla mientras yo sólo levantaba la mirada en respuesta a su repentina proximidad, podía ver el movimiento de sus pupilas a la perfección, ellas bailaban dentro de sus ojos, observándome con intensidad. Ella suspiró y se inclinó para besar primero mi frente y luego mis labios. No fue más que un roce que me supo a poco, pero fue suficiente para hacer que la seguridad retrocediera unos pasos y desviaran sus miradas en un intento fallido de darnos privacidad. Ella lo notó y me guiñó divertida un ojo.

- Sólo es un viaje de cinco minutos, Moni. –susurró aún muy cerca de mí, con una sonrisa tranquilizadora. Sin embargo, inevitablemente mis cejas se arquearon y sentí mi piel crisparse debajo de mi ropa. Esta vez aquello no me tranquilizaba y mi cuerpo lo sabía.

- Vanesa... -advertí, sintiendo la alarma en cada latido de mi pecho. 

¿Qué está mal?

Ella tomó mi rostro con sus manos y plantó otro beso en mis labios, callando las palabras que aún no encontraban liberación. Sus ojos volvieron a cruzarse brevemente con los míos mientras limpiaba mis comisuras con sus dedos. 

Sacudí la cabeza, quería insistir, pero entonces ella se alejó en dirección a la puerta. Estaba a punto de atravesarla cuando Gonzalo se puso en su camino.

- Lo siento, señora, pero no puedo permitirle salir del edificio sin seguridad. Son órdenes de su padre. –explicó con cierto tono de disculpa. Vanesa rió lentamente, con una ironía palpable.

Conflictos de oficinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora