Capítulo 4

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Narra Mónica:

Apoyé las manos en el lavabo, sosteniéndome, y cerré los ojos buscando algo de paz.

Vale, esto se ha salido un poco de control...

Ni en mis sueños más locos me hubiese imaginado que la mujer que puso mi libido patas arriba fuera la hija de Francisco Martin, y mucho menos que tendría que compartir oficina con ella mientras técnicamente competíamos por un mismo puesto. Suspiré ya agotada. En esos minutos que estuvimos juntas prácticamente ladrándonos, Vanesa había consumido toda mi energía mental.

A que ahora no parece tan mala idea seguir trabajando con el niñato de Estella...

Abrí los ojos y vi mi reflejo en el espejo. Si ponía todo en una balanza, en ambos estudios me encontraba con unos líos que madre mía... En uno tenía a un niño mimado acosador pero en el otro a una niña mimada con la que ya no nos tolerábamos, sin embargo, el saber que con el estudio Martin llegaría a ser socia al término de un año y por fin tendría la satisfacción de cumplir una de mis metas profesionales, tiraba mucho más. Además, prefería mil veces soportar a una niña mimada sexy . De hecho, estaba segura que podría pasarlo bastante bien con ella.

Siempre y cuando desayunes bien porque, vamos, la chiquilla es agotadora tanto física como mentalmente...

Saqué la base del bolso por segunda vez en lo que va la mañana y comencé a retocarme el cuello y un poco las ojeras, parecían haberse oscurecido más desde que ingresé al edificio. Cuando terminé, miré la hora en mi reloj pulsera: 10:14am.

Será un día largo...

Tomé mi bolso y salí del baño, estudiando el pasillo. A mi izquierda tenía cuatro puertas más, cada una con el nombre del profesional escrito en una placa. Busqué el de Vanesa y lo encontré en la última, la más alejada. Antes de ir en esa dirección, volteé a la derecha y pude ver un escritorio parecido al de la secretaria del doctor Martín, solo que este estaba vacío. Fruncí un poco el ceño ante aquel abandono pero no quise perder más el tiempo y caminé hasta la oficina.

Como técnicamente también era mía, decidí entrar sin golpear, y... ¡vaya sorpresa!

Vanesa estaba de pie apoyada en un escritorio a la derecha, con las manos en la cintura de una muchacha y su boca pegada a la de ella. Evidentemente ya habían terminado de instalar el mobiliario.

Al notar que no se habían percatado de mi presencia, eché un vistazo rápido a mi alrededor. Era una oficina grande, dividida en dos sectores. En el sector donde me encontraba teníamos dos escritorios negros en el centro. Uno de ellos tenía sólo un ordenador y una carpeta encima, supe de inmediato que era el mío, estaba enfrentado a la puerta y de espaldas a un ventanal que permitía ver el cielo azul de Madrid; el otro estaba a la izquierda de éste y estaba lleno de carpetas, también un ordenador y demás cosas encima, la misma Vanesa incluida. Pasé de ella y seguí con mi estudio del lugar. Al lado de su escritorio pero dividido por un vidrio en el medio, había un sofá de cuero negro en forma de L, con una mesa ratona en el centro y frente a él, una enorme biblioteca. También ahí teníamos otro ventanal, sólo que este ocupaba gran parte de la pared y daba la iluminación perfecta para que los cuadros, pintados con colores fuertes, resalten por encima del gris suave de las paredes de la sala. Había que reconocer que era un despacho que mantenía la sobriedad y elegancia requerida en cualquier estudio jurídico, pero con algo de vida otorgada por esos colores.

Mi atención volvió a mi colega y carraspeé para que me noten de una vez, el beso comenzaba a subir tanto de intensidad que ya hasta podía ver sus lenguas, y no quería ser testigo de eso. Vanesa se sobresaltó al verme.

- ¡Joder, tía! ¿No tocas? –se separó rápidamente y la muchacha volteó hacia mí confundida-

- Pues depende... –comencé a responder mientras caminaba hasta mi escritorio y dejaba mi bolso- ¿tú tocas antes de entrar a tu propia oficina?

Vanesa me fulminó con la mirada antes de dirigirla a su acompañante.

- Natalie, vuelve a la mesa de entrada, por favor. Te veo en el almuerzo

Ya veo por qué estaba tan abandonado todo allí afuera...

Natalie me miró algo apenada, pero tuvo la decencia de presentarse. Le sonreí falsamente mientras le estrechaba la mano.

- Mónica Carrillo –me presenté y me señalé el labio superior- Tienes algo aquí...

Intenté no reír cuando ella, con muy poca delicadeza, pasó el dorso de su mano por su boca, quitándose restos de saliva que en realidad no tenía. Sólo lo había hecho para molestarla y también para hacerla sentir lo suficientemente incomoda como para que no quiera volver a entrar a esta oficina por algún tiempo, al menos no para morrearse en mi cara. 

Luego de otra mirada apenada, se disculpó y por fin se marchó. Volteé hacia Vanesa, ella seguía apoyada en el escritorio, totalmente despreocupada y con una expresión divertida en el rostro.

- Eso no era necesario –dijo y sus ojos brillosos me miraron curiosos.

- Oh, ¿besarte en mi oficina con quien, deduzco, es la secretaria, sí lo era?

Vi como su mandíbula se tensaba antes de rodear el escritorio y sentarse detrás de él. Yo hice lo propio en el mío. Enseguida volví a oír su voz.

- No es necesario que te pongas celosa, –sus ojos volvieron a buscar los míos. Yo la miraba expectante, con las cejas elevadas- no es mi novia. De hecho, en esa puerta –apuntó a mi derecha- tenemos un baño privado, ¿quieres que te lo enseñe?

Solté una carcajada muy fuerte al escucharla decir eso. Los niños y sus ocurrencias.

- Cariño, tu cuota de suerte venció esta mañana –Vanesa chasqueó la lengua negando con la cabeza-

- Pues, qué lástima...

Dando por finalizado tan agradable intercambio, puso toda su atención en el ordenador y en una carpeta que tenía a su lado.

Mientras encendía el mío, analicé la situación. Era evidente que nuestro trato se basaría en tirarnos cañonazos cada vez que tuviéramos la oportunidad, pero al mismo tiempo no dejábamos de jugar un tira y afloje con bastantes connotaciones sexuales; jugábamos con las distancias y con la tensión que formábamos con ello. Era extraño, incluso algo confuso, pero me divertía y excitaba en partes iguales así que no veía un problema en ello.

La pantalla del ordenador se iluminó con un nuevo mensaje. Me habían enviado el plan de trabajo de Francisco y también un expediente nuevo. Bajé la mirada a la mesa, también tenía una copia en papel. Con ello y viendo reojo a Vanesa trabajando, recordé por qué estaba aquí y también recordé que ella era mi principal problema.

Ya, pero la competencia no tiene que ser un padecimiento, también puede ser algo placentero...

Vanesa levantó su mirada como si me hubiese leído los pensamientos. Yo no dejé de mirarla, ni su rostro de facciones perfectas ni sus ojos profundos me inhibían. Por el contrario, me dieron la certeza que necesitaba: competir con ella sería un placer.  

Conflictos de oficinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora