Capítulo 19

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Narra Vanesa:

Me sujeté con fuerza a los bordes del lavabo mientras un nuevo mareo nublaba mi visión. Cerré los ojos, suplicando internamente que pase.

- Vane, no te ves nada bien... -la voz de Natalie me obligó a abrirlos de nuevo- Deja que te lleve a casa, amor

Se acercó más a mi y, tomando mi rostro con fuerza, me besó. De inmediato puse mis manos en su pecho, intentando alejarla, pero las suyas estaban aferradas a mi cintura y a mi cuello, manteniéndome firme.

Que te has metido en una, Vanesa...

- ¡Aléjate de mi! -dije agitada, luchando por quitármela de encima-

Sentía palpitaciones y los mareos eran cada vez más fuertes.

Sabes que no es momento para perder la consciencia...

Mientras otro mareo me atravesaba con fuerza cegándome, oí su risa y sentí su boca pegada a mi oreja. Tiró con sus dientes de mi lóbulo y comenzó a apretar su agarre en mi cuello. Llevé mis manos a su brazo, intentando frenar la presión que aumentaba cada vez más contra mi garganta.

- Lo he intentado todo contigo, Vanesa... -suspiró pesadamente contra mi rostro- no me has dejado opción...

De repente, me movió contra la pared, golpeando mi cabeza en ella y haciéndome lanzar un grito ahogado al sentir una punzada de dolor en las sienes.
Natalie me miró a los ojos mientras sus dedos no daban tregua a mi cuello. Entreabrí la boca, buscando desesperada llevar algo de aire a mis pulmones.

¿Es capaz de matarme en medio de una fiesta llena de abogados?

No sería algo muy sensato de su parte, aunque estaba claro que la cordura la había abandonado por completo.

Clavé mis uñas en su piel e intenté gritar, cada vez con menos aire y cada vez más aturdida. Sus ojos se llenaron de lágrimas rápidamente mientras apretaba su mandíbula temblorosa.

- Tu me obligas a hacer estas cosas, Vane. ¿No lo ves?

Me liberó de golpe y yo caí de rodillas al suelo, incapaz de mantenerme en pie. Tosía sin parar, ahogada y con mi pecho doliendo producto del esfuerzo al que había sometido a mis pulmones.

Natalie me tomó de los brazos y, con una fuerza que desconocía en ella, me puso de pie sujetándome contra su cuerpo. El movimiento repentino hizo que todo a mi alrededor se vuelva negro, presa de otro mareo.

- Ya es hora de ir a casa, mi amor

Quise gritar, pedir auxilio en cuanto me empujó fuera del baño, pero todo estaba oscuro. Las luces, que indicaban que el baile estaba en su mayor esplendor, me abrumaban más de lo que ya estaba y la música sonaba tan fuerte que parecía un zumbido en mis oídos. La garganta me ardía como si mil agujas estuvieran insertadas en ella, y me sentía débil, mis extremidades cada vez más dormidas... apenas podía dar un paso tras de otro mientras Natalie me alejaba de la seguridad de la fiesta sujetando uno de mis brazos sobre sus hombros.
Cerré los ojos con fuerza, deseando internamente que fuera una pesadilla.
Pero no lo era.
Y supe de inmediato que gritar no me valdría de nada, simplemente porque no era capaz de hacer funcionar mis cuerdas vocales. 

Narra Mónica:

Bebí de mi copa mientras golpeteaba el suelo con mis tacones. Estaba a un lado de la pista de baile, esperando que Vanesa saliera del baño.
La había visto entrar seguida por Natalie e inmediatamente mi humor se  vino abajo.
Me sentía una tonta. Temía estar dejándome llevar demasiado rápido y saberlas dentro de aquel baño, juntas, solo me lo confirmaba.
Esta mañana había sentido algo diferente, una conexión mucho más fuerte que incluso me había llevado a imaginar algo a su lado, pero aquellos pensamientos... así como tan pronto llegaron, pronto caducaron.

Pensé en largarme, incluso en coquetear con cualquiera con tal de devolver el golpe, pero no lo hice. Y allí estaba, de pie y esperando. Quería una explicación. Merecía una. 
Primero me buscaba, me seducía, ¿y luego se iba con otra al baño?

Debiste calarla en cuanto lo hizo contigo en aquel bar...

Los baños... su modus operandi, sin dudas.
Resoplé molesta y, en el fondo, desilusionada.
Estaba a punto de marcharme cuando las vi salir juntas. Pero no como imaginé.
El corazón cayó a mis pies y mi cuerpo se tensó en total estado de alerta en cuanto vi como Natalie se la llevaba a los trompicones, casi arrastrándola, en dirección a una salida lateral.

Esto no está bien, nada bien...

Rápidamente dejé la copa a un lado y las seguí de cerca por la misma puerta. En cuanto salí al aire libre del estacionamiento, una suave brisa fresca me adentró a la noche, empujándome a un silencio tétrico e incómodo.  A pesar de la temperatura cálida, un estremecimiento sacudió mi cuerpo y abracé mis brazos erizados sin dejar de caminar y observarlas.
A cada paso que daba, la sensación amarga en mi estómago se acrecentaba y me secaba la boca.

¿Cómo coño llegamos a esto?

Me detuve de golpe en cuanto vi a Natalie llegar a su coche. Abrió la puerta con dificultad, sosteniendo el peso de Vanesa con su cuerpo, y luego la metió en la parte trasera.

Joder...

Apresuré los pasos y acorté la poca distancia que había entre nosotras. Antes de que pueda cerrar la puerta, tomé el brazo de Natalie con fuerza, sorprendiéndola.

- Pero tu, ¿te has vuelto completamente loca? ¡Qué cojones haces!

La empujé a un lado sin pensarlo y sin esperar una respuesta. Me sobraba.
Miré a Vanesa, estaba recostada en el asiento, semi inconsciente.
Un terror incontrolable me aporreó el corazón profundamente.

Si le ocurre algo...

Borré inmediatamente aquel pensamiento de mi cabeza para dejar que la furia tome su lugar. No. La iba a hundir. Antes la destrozaría.
Me giré de nuevo hacia Natalie, que me miraba con media sonrisa en los labios y una expresión cínica en el rostro. 

- Si algo le pasa... -dije despacio, pero con la voz temblorosa delatando la furia y el miedo que sentía en ese momento- busca al mejor abogado que puedas pagar, porque te voy a hundir, Natalie.

Ella elevó sus cejas, fingiendo sorpresa, pero yo volví a voltear hacia los asientos traseros.
Después me encargaría de ella.
Nerviosa, metí medio cuerpo dentro del coche hasta llegar a Vanesa.

- Vanesa... -le di suave golpecitos en una mejilla- Vanesa ¡joder, reacciona!

De repente, un sutil click me inmovilizó por unos segundos.
Lentamente y sin dejar de ver sus ojos cerrados, bajé mi mano hasta sujetar la suya con fuerza.

- Por tu propio bien, Mónica, aléjate de ella.

Sentí como Natalie presionaba el cañón del arma contra mi espalda. Tragué saliva, sintiendo un sudor frío recorriendo mi columna vertebral, pero no me moví. Cerré los ojos y me aferré con más vehemencia a la mano tibia de Vanesa.

Conflictos de oficinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora