Capitulo V

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Es sábado por la mañana, ya estoy acostumbrada a levantarme temprano así que no puedo dormir más. Preparo mi desayuno y luego de comerlo, tomo un filtro con agua y salgo a trotar un rato. Doy cinco vueltas a la manzana y vuelvo de nuevo a mi apartamento, saludo a Enrique el vigilante y subo al ascensor.

El resto del día lo pasó encerrada, no salgo a ningún lado, solo veo la televisión y me doy dos duchas. Cuando son las cuatro de la tarde Santiago me escribe al Whatsapp:

—Hola Alana, ¿cómo estás? Te quería preguntar si aún quieres salir conmigo esta noche.

—Hola Santiago, claro que saldré contigo.

—Oh, perfecto entonces. Paso a las nueve a por ti.

—Perfecto, te espero.

Seguí viendo la TV y comiendo como loca. A este paso aumentaré unas cuantas libras muy rápido. Me hubiese gustado entrenar hoy también pero bueno, no todo el mundo tiene sábados tan aburridos como los míos; si no fuese por Santiago que me invito a salir, hubiera pasado toda la noche así, viendo la TV.

Cuando me doy cuenta el reloj marca las ocho así que entro a la ducha, lavo mi cabello y enjabono todo mi cuerpo.

Salgo de la ducha y busco en mi armario algo para usar esta noche. Me decido por un vestido blanco ajustado al cuerpo con escote redondo que llega hasta la mitad de mis muslos. Arreglo mi cabello y hago ondas en las puntas, aplico un poco de maquillaje y un poco de labial rosa claro. No muy extravagante porque no me gusta lo extravagante. Coloco mi reloj y unos aros sencillos.

Son las nueve y un minuto cuando tocan en mi puerta. Al abrir Santiago me mira y hace un gesto exagerado.

— ¡Wow Alana! Estás hermosa —debo decir que este vestido no es sencillo así que podría sospechar. Mi madre lo compro para mí en unos de sus viajes fuera del país, no pensé en eso a la hora de ponérmelo.

—Gracias, tú también te ves bien. —respondo, tratando de que el tema terminara.

—Muy bien entonces vayámonos.

Tomo mi cartera de mano y meto las llaves, mi celular, mis documentos de identidad y salimos.

—Déjame llamar un taxi —habla Santiago cuando estamos fuera del edificio—. Espera aquí, no tardo mucho —entonces recuerdo por primera vez en casi dos semanas que tengo un coche, pienso rápidamente y digo:

— ¡Espera! —Se voltea y me mira—Tengo un coche —digo y sonrío nerviosa—. Bueno, en realidad no es mío, también es de la dueña del apartamento.

— ¿En serio? ¿Podemos usarlo? —dice. Se ve entusiasmado.

—Claro que podemos. Ven, vamos —nos dirigimos a mi coche que está estacionado en el garaje del edificio, lo abordamos y arrancamos. Yo voy al volante mientras él me indica el camino.

—Esa señora te aprecia mucho; hoy en día nadie hace esto, es decir, ¡te presto un coche y un apartamento equipado!

—Ella tiene mucho dinero —respondo sin apartar la mirada del camino.

Cuando llegamos a la disco veo que hay mucha gente y hay cola para entrar. Santiago me toma de la mano y nos dirigimos a hacerla. Los amigos de Santiago se acercan a nosotros y pasan al menos unos quince minutos cuando es nuestro turno. El chico de seguridad me mira y frunce el ceño.

—Identificaciones —pide este. Todos me dicen que tengo cara de niña pero no es para tanto.

Santiago y yo se las entregamos y al verlas el guardia de seguridad quita la tira que nos impide el paso algo nervioso.

Destino 《EDITANDO》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora