Capitulo IV

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Los viernes no tengo clases así que me dedico a acomodar mi piso. Cuando termino son las nueve y media de la mañana. Sin nada más que hacer tomo una ducha, prendo la tv y me recuesto en el mueble de la sala. Estoy más que entretenida viendo mis programas de crímenes cuando tocan mi puerta. Casi corro hacia ella y cuando abro un chico de unos veinte o veintiún años está parado frente a mí.

—Hola —saluda con una sonrisa amigable.

—Hola —respondo. Nunca lo había visto.

—Me llamo Santiago Costa, un placer —estira su mano hacia mí y la tomo.

—Me llamo Alana, un placer —digo. Sonrío.

—Muy bien Alana, mi madre me ha enviado aquí para avisarte que en media hora hay una reunión para todos los que habitamos de este edificio. Será en una sala que está en el noveno piso... Sala dos —termina y sonríe de forma amigable.

—Está bien, muchas gracias por avisarme, Santiago —contesto—. Estaré allí.

—De nada Alana. Siempre a la orden, fue un placer conocerte —Mis mejillas arden por lo que es señal de que me he puesto roja.

—El placer es mío Santiago. —Y cierro la puerta dando por terminada la conversación.


...


Estoy sentada en un mueble blanco que se encuentra en la sala de reuniones —sola—con las manos entrelazadas y algo nerviosa. No sé por qué lo estoy, solo es una reunión de condominio. La mayoría de las personas presentes son adultas y están conversando entre ellas pero yo no conozco a nadie, solo a mi vecina y ella habla con una señora de su misma edad.

Alguien se sienta a mi lado y vuelvo la vista para ver de quien se trata, es Santiago.

—Hola de nuevo —saludo al chico.

Ríe.

—Hola de nuevo, Alana. Es bueno tenerte aquí, como verás somos los más jóvenes... Al menos los que estamos presentes —agrega y algo en su rostro cambia.

—Es verdad, pude notarlo hasta que llegaste tú —baja la mirada y ríe.

—Muy bien creo que ya estamos todos, comencemos —dice una de las señoras presentes.

—Esa es mi madre —susurra Santiago—. Como veras es la que se encarga de todo esto —asiento con la cabeza y fijo la vista en la señora que habla.

La reunión comienza: hablan de las colaboraciones para los productos de limpieza, el nuevo pago del vigilante, objetos que necesitan reemplazarse, el mantenimiento del ascensor y muchas cosas más. Santiago y yo solo observamos y escuchamos, no opinamos en ningún momento, a diferencia de otras personas que hablan un poco más de lo necesario, y así terminó dicha reunión.

— ¿Quieres que te acompañe hasta tu apartamento? —Pregunta Santiago—. Yo estoy una planta por encima de ti.

—Creo que no es necesario pero vayámonos en el ascensor juntos —este sonríe.

—Está bien, no tengo de otra —rueda los ojos al cielo—, pero hagamos algo, anótame tu número telefónico —su sonrisa se agranda y me tiende su móvil.

—Está bien —digo y esta vez, ruedo yo los ojos. Supongo que será bueno tener una persona con quien conversar.

Entro a mi apartamento y empiezo a hacer algo para almorzar. Tengo práctica de voleibol a las seis de la tarde con las chicas, pero como tengo ropa para entrenar no es necesario comprar.

Destino 《EDITANDO》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora