Capítulo II

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La luz del sol traspasa mis párpados obligándome a abrir los ojos. Miro el reloj que marca las seis y media de la mañana. Tengo clase a las ocho pero debo estar a las siete y media en la Universidad para recoger mi horario y adquirir los libros.

Me levanto y me preparo el desayuno. Como frente a la TV mientras veo las noticias de la mañana. Al acabar lavo los platos y me meto al baño. Al salir me decido por unos pantalones sencillos, una blusa blanca y un abrigo de tela fina negro.

Salgo del apartamento y miro la hora, las siete en punto, me toma diez minutos llegar a la universidad caminando así que decido caminar y no coger el bus.

Al llegar me dirijo a la secretaría, allí me dan mi horario de clases y me dan la lista de libros que necesitaré.

—Los libros los compras aquí en la Universidad, en aquella taquilla —señala una ventanilla a tres puertas de nosotros— Son realmente económicos y es obligatorio tenerlos en cada clase.

—Muchas gracias señorita —respondo y le doy una sonrisa.

Me dirijo a la taquilla y compro los seis libros. La chica tenía razón, son muy accesibles.

La universidad en la que estoy es pública. Decidí que quería estudiar aquí a pesar de que mis padres se quejaron pero al final, aceptaron a regañadientes.

Me siento en unas mesas de cemento a ojear los libros. Tengo mi vista fija en uno de ellos pero unas risas escandalosas me hacen alzarla; cuatro chicos ríen, gritan, aúllan y silban cuando una chica alza su falda y les deja ver sus bragas rojas. Pongo los ojos en blanco por tal espectáculo, no puedo creer que una mujer haga eso.

Uno de los chicos fija su vista en mí fugazmente y me quedo mirándolo sin poder apartar la vista. Lleva tatuajes en sus brazos y todo su cuello, resulta ser algo intimidante. Me obligo a bajar la vista y seguir leyendo.

Hoy tengo cinco clases. Entro a la primera y luego de dos horas salimos e inmediatamente entramos a la siguiente. Así fue todo el día menos a la hora de almorzar que tuvimos una hora de descanso.

Son las cinco y diez de la tarde cuando salgo de la universidad y me encamino a mi departamento. Mientas camino pienso en una cantidad de cosas: debo llamar a mis padres cuando llegue —me pregunto si trajeron el coche—, en las tareas que tengo que hacer y en qué cenaré hoy.

Miro hacia abajo mientras camino pero al observar alrededor me doy cuenta que ya estoy cerca de mi edificio por lo que sigo mi caminata y cuando ya casi llego, alzo la vista y veo que dos chicos con tatuajes se dirigen hacia mí. Rápidamente bajo la vista de nuevo y sigo caminando. ¡Dios que no me hagan nada! Rezo.

Al observar nuevamente me doy cuenta que sí, vienen hacia mí y me miran fijamente. Roto sobre mi eje para volver pero de inmediato me doy cuenta que también vienen dos chicos por ese lado.

Vuelvo a girar mi cuerpo y ya los tengo frente a mí. Uno de ellos por lo que puedo reconocer es el que estaba en el grupo de chicos en la Universidad, el chico tatuado. Me congelo al tenerlo tan cerca. Mis ojos se abren como platos y mis manos tiemblan, la nauseas me invaden enseguida y no puedo moverme porque mi cuerpo está paralizado de miedo.

—Entonces tú eres la nueva, ¿no? —pregunta el chico con tatuajes y esboza una sonrisa.

No respondo y lo único que hago es sacar mi teléfono y mi monedero del bolso con manos temblorosas y dárselos. Él me mira confundido pero luego de un rato logra comprender.

— Un IPhone 6 Plus. Mm... Interesante —responde y entorna los ojos. Me sorprendí al ver que sabía qué móvil era dado que normalmente los ladrones roban cualquier móvil y lo venden al precio que sea sin saber bien su valor—. Tengo uno igual así que no lo necesito y tu monedero no me sirve de nada ya que uso billetera —todos sus amigos ríen y me devuelve el aparato y mi monedero. Los tomo y los meto al bolso de nuevo.

— Huele tan delicioso —dice uno de los chicos que tengo detrás. Puedo sentirlo cerca de mí, cerca de mi cabello. Al instante me volteo y pego mi cuerpo a la pared que está a mi lado de modo que ahora ellos me rodean. ¡Genial! El chico de los tatuajes mira mal a su amigo y este alza las manos en modo de rendición.

— ¿Q-Qué es lo que quieren? —pregunto asustada.

—A ti —responde uno de ellos y todos ríen al unísono exceptuando al chico tatuado.

— ¡Oigan! ¡¿Qué creen que están haciendo?! ¡Déjenla en paz! —grita el vigilante de mi edificio. Sentí como si volviera a respirar, como si volviera a la vida. Todos se apartaron y corrí hacia dentro.

Paso por al lado del vigilante sin saludarlo ni darle las gracias porque en ese momento estaba tan aterrada que solo quería encerrarme en mi apartamento y no salir más. Subí al ascensor. Mis manos aún tiemblan y al mirarme en el espejo veo que mi cara está más pálida que nunca. ¡Gracias Dios! Pensé y cerré mis ojos inhalando una bocanada de aire.

Son las nueve y diez de la noche y ya cené. Tomé una ducha y llamé a mis padres. Ahora estoy más tranquila después de lo sucedido esta tarde. Luego de eso no me he asomado ni siquiera a la puerta delantera. Veo una serie sobre crímenes dado que ya terminé mis tareas y preparé todo para mañana.

Así se hacen las once de la noche. Apago la tele y reviso mi móvil por última vez. Hay muchos mensajes de mis "amigos" del pueblo pero no quiero hablar con ninguno de ellos. Apago el móvil y recuesto mi cabeza en la almohada quedándome dormida al instante.

...

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Historiasgeniales2015 – Vanessacbgarcia. 

Destino 《EDITANDO》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora