Capitulo VI

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El domingo no salí a ningún lado, estaba tan cabreada que no sabía lo que decía. Está claro que no voy a demandar a nadie, nunca haría eso.

El lunes fui a clase muy temprano, temía que alguien en la universidad me reconociera pero no pasó nada — ¡Gracias al cielo!—. He llegado a pensar que no logran reconocerme, en la foto del periódico salgo con el cabello liso y ondulaciones en las puntas, un vestido caro y maquillaje. Así no me visto para la universidad, al contrario, llevo pantalones flojos con el cabello sin arreglar —no como una indigente claro, pero no lucía como en la foto, en ella prácticamente era otra persona.

Me levanto como todos los días a las seis de la mañana. Preparo mi desayuno y luego de devorarlo, tomo una larga ducha para que mi cuerpo aguante hasta las cinco de la tarde.

Cuando salgo del apartamento son las siete y media. Llevo mi bolso colgado en el hombro y mi cuaderno de materizas lo llevo en las manos pegado a mi pecho con unos libros gruesos y pesados.

Llego al vestíbulo del edificio y saludo a Enrique, este me ofrece café pero muevo la cabeza en negación al mismo tiempo que arrugo la nariz, el café no me gusta.

Llego a la universidad y busco a Daniela, mi única amiga aparte de Santiago.

Ella es rubia, alta, con unos ojos azules impresionantes pero no es la típica rubia tonta y descerebrada que consigues en cualquier lado. Al contrario, es graciosa y amable, por eso me acerqué a ella y ahora vamos juntas a todos lados.

—Alii —la escucho gritar detrás de mí. Giro y le ofrezco una sonrisa—. Te he estado buscando, vamos a desayunar —me toma de la mano y me conduce a la cafetería.

—Pero yo ya desayuné —digo, pero no deja de jalarme de la mano.

—Comerás de nuevo conmigo y si no tienes dinero, yo invito.

—No se trata de eso pero está bien, comeré contigo.

—Así me gustan, obedientes —la miro con el ceño fruncido y bufo. Llegamos a la cafetería y dice:

—Siéntate, iré a pedir —no le reprocharé nada, dejaré que ella pida el desayuno. Es tan terca que lo mejor es no contradecirla.

Escojo una mesa y coloco mi bolso en ella con los libros, después saco mi móvil y veo que tengo tres mensajes. ¿A esta hora? Frunzo el ceño y procedo a desbloquearlo.

Lucas: Buenos días Alana. Que tengas un buen día. Te quiero, cuídate. —Lucas es así, sobreprotector y cariñoso. Algunas veces me enfado con él por su forma de pensar y por cómo es con las chicas, pero no puedo negar que es el mejor hermano mayor.

Madre: Buenos días hija, que tengas un lindo día. Te queremos. —Mamá puede ser dura y exigente pero debo decir que no la cambiaría.

Daniela: ¡Rayos! ¿Dónde estás? Tengo hambre. —Sonrío por su mensaje, es tan elocuente.

Alzo la vista y busco a Daniela pero en vez de a ella, me encuentro con una mirada de ojos verdes esmeralda que me observan fijamente, con sus brazos cruzados encima de la mesa de la cafetería y sus labios una fina línea, Ian.

Pego un pequeño brinco y aparto la mirada de sus ojos cuando escucho a Daniela:

— ¡Ya nos traerán nuestro desayuno! Pedí sándwich. ¿Te gustan? —Parpadeo algo desubicada. ¿Por qué me descontrola de esa manera?

—Fue lo que desayuné esta mañana —sonrío.

— ¡Maravilloso!— dice y da palmaditas suaves.

Mientras nos traen el desayuno, abrimos nuestros portátiles para revisar juntas los deberes de la segunda clase ya que nos informaron que la profesora de la primera no asistiría por tener a su hijo pequeño enfermo. Sonrió cuando Daniela se queja porque tiene la mayoría de las respuestas incorrectas. Nos traen el desayuno y decidimos comerlo allí en vez de llevarlo, debemos terminar todo en menos de una hora y media.

Destino 《EDITANDO》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora