Capítulo 6: Pesadillas de un pasado muy reciente

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Mientras Alfred se despedía de Barbara y de su padre, Dick movió su mochila de la motocicleta al frente a la habitación en el ala de invitados que Bruce le proporcionó. Le tomó apenas una vuelta y cuando terminó, sabía exactamente dónde estaba Bruce.

En el centro de la residencia en la planta baja, estaba el estudio. Era más pequeño de lo que uno podría imaginarse para pertenecer a uno de los hombres más ricos del mundo, pero aún tenía suficiente espacio para una chimenea, un gran escritorio de roble, hileras de libros y un reloj de pie empotrado en la pared.

Y fue allí donde Dick encontró a Bruce, de pie frente al reloj del abuelo, sin mirar nada en particular.

-Saldré de aquí tan pronto como pueda – dijo Dick –

-No noté ningún equipo informático en la moto – dijo Bruce, todavía sin mirarlo y bebiéndose un Jack Daniel's –

-No – respondió Dick – Barbara me dijo que ella me va a ofrecer apoyo táctico.

Bruce suspiró y dijo:

-Ella puede usar la Batcomputadora si quiere.

-¿En la cueva? – Dick simplemente parpadeó –

Bruce lo miró fijamente, preguntándose "¿Dónde más estaría la Batcomputadora?"

Usando solo sus ojos Dick asintió.

-¿La contraseña sigue siendo las diez cuarenta y siete en el reloj?

-Sí – respondió Bruce sin querer seguir con la conversación Bruce – Mañana nos ponemos al día.

-Está bien – dijo Dick – Gracias, Bruce.

-Me están esperando en la salida – dijo Bruce, de una manera que puso fin a la conversación – Buenas noches.

Un mes después de que Bruce dejara de ser Batman, Dick llegó a la mansión para hablar sobre el manto del Murciélago. Tenía toda la intención de rechazarlo. Bludhaven necesitaba a un defensor y no quería dejar de ser Nightwing para convertirse en Batman.

Pero antes de que hubiera abordado el tema, Bruce, en ese mismo estudio, puso su mano sobre su hombro y dijo:

"Gotham City nunca volverá a ver a Batman. Ni a mí... ni a ti".

Había quitado la mano del hombro de Dick y se había colocado frente al reloj del abuelo (su lugar de meditación favorito) y se quedó viendo a la nada, como lo había hecho unos momentos atrás.

Dick le dijo a Barbara que habían tenido esa conversación, pero no de lo que se habló. Sabía que Barbara pensaba que la razón por la que Dick se mostraba tan reticente a hablar de la última vez que él y Bruce habían hablado era por que el encuentro había empeorado, pero eso no era cierto.

La cuestión era que al ver a Bruce, el hombre que lo acogió, lo crió y lo llevó a una vida que lo había hecho sentir satisfecho y lo había enseñado a proteger a los demás, y que ahora estuviera tan distante, tan dolorido y tan roto... verlo así dejaba a Dick sin palabras.

Y ese hombre roto, que una vez infundió miedo en los corazones de aquellos que hacían daño a otros, todavía miraba a Dick a media distancia mientras salía de la habitación.

***

-Bruce Wayne... – Una suave voz femenina lo llamó justo cuando el llegaba hacia la salida –

Verónica Vreeland (una de las socialites de Gotham City), se le acercó sigilosamente. Ella traía puesto un vestido azul con lentejuelas apropiado para la fiesta. Brillaba y cambiaba de tono con cada paso. El vestido era todo un espectáculo, era vistoso; el vestido sin tirantes dejaba entrever su escote, sin dejar de ser casi hasta el suelo con una abertura a lo largo de su pierna derecha que se detenía pulgadas por encima de su entrepierna. El vestido abrazaba sus generosas caderas femeninas y aun abrazaba su cintura estrecha. Traía una cadena de oro simple alrededor de su cuello delgado hasta su rostro sonriente. Sus ojos azules brillaban y su cabello rojo estaba recogido majestuosamente, sexy incluso con un moño en su cabeza. Sus mechones sueltos marcaron su rostro, mientras que un bolso de mano a juego completaba su atuendo.

Batman: La Broma FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora