Capítulo 7: Nueve vidas de...

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El aeropuerto internacional Archie Goodwin no era un lugar amable con los extraños. Había multitudes bulliciosas y agresivas, todas de diferentes partes del mundo, hablaban con acentos y gestos aún más extraños. Fluir con la multitud debería ser fácil cuando todos eran rostros desconocidos, pero ella era el caso opuesto. Incluso mientras descendía del avión hacia el desorden de la zona de abordaje, el negro de su atuendo y el sonido de los tacones de sus botas altas llamaban la atención para que todos voltearan hacia ella, por mucho que intentara pasar desapercibida.

La joven era casi un espectáculo para que los transeúntes engancharan su mirada mientras esperaban frente a la cinta transportadora de equipaje. Sus ojos se escondían detrás de gafas de sol oscuras, su estructura atlética estaba oculta en el abrigo oscuro más moderno, y el maquillaje oscuro apenas resaltaba lo que muchos considerarían una cara bonita. Y dado que es parte de la naturaleza humana sentirse atraído por algo que no se comprende completamente, la gente no pudo evitar sentirse fascinada por el misterio que la rodeaba. Con su bolso de cuero negro colgado del brazo, espero entre los otros pasajeros alrededor de la cinta transportadora, arrojando cajas y bolsas de equipaje de su vuelo.

Ella no supo cuánto tiempo había estado detenida allí hasta que vio que su maleta emergió de la cinta transportadora. Pero incluso antes de que diera cinco pasos en su dirección, un hombre se abalanzo y lo tomo por el asa, colocándolo en el suelo frente a ella. Para poder ver mejor la cara del extraño, ella se bajó las gafas de sol a lo largo de la nariz, con una sonrisa astuta en sus labios rojos como la sangre.

-Vaya, vaya – dijo ella arrastrando las palabras – Y pensé que la caballerosidad estaba muerta...

-No mientras existan mujeres como tú – respondió el hombre, con una voz que probablemente lo hizo parecer más suave de lo que solía ser –

Ella pudo ver el rostro del hombre: cabello revuelto, barba recortada, mandíbula nítida y ojos llamativos. Él le tendió una mano a modo de saludo, ella la tomo con sus propios dedos enguantados.

-Doctor Loris Tate – se presentó el, mientras los ojos de ella no se sorprendieron –

-¿Escuché eso bien? – pregunto ella, ladeando la cabeza y aumentando la curiosidad – Se ha vuelto mucho más interesante, doctor Tate. Catherina Dolores... un verdadero placer.

-Entonces... – el doctor se puso nervioso, la chica definitivamente lo ponía así – ¿Eres italiana?

-¿Se me nota mucho el acento? respondió ella, con su labia acostumbrada a las largas consonantes y vocales cantadas – Solo fui ahí para cambiar de escenario. A las chicas como yo les encanta ser aventureras.

-Me doy cuenta – sonrío el, observándola de pies a cabeza mientras comenzaban a caminar hacia el área de llegadas, con él cargando su equipaje en una mano y su pequeña mochila de viaje en la otra – ¿Y el nuevo cambio de escenario que tenías en mente era Gotham City?

-Dices eso como si fuera algo malo.

El doctor se encogió de hombros, consciente de la dirección hacia la que se estaba inclinando la conversación: no a su favor.

-No lo es, pero esta ciudad no tiene la reputación más impecable... ¿Es la primera vez que la visitas?

-En realidad, todo lo contrario – ella negó con la cabeza – Nacida y criada en el East End de Gotham.

-¿Viviste toda tu vida aquí también? – él estaba emocionado, creía que la estaba conquistando al encontrar un punto en común – Yo vengo de Colorado.

-También has recorrido una gran distancia – dijo ella, aunque sin interés –

-Simplemente significa que Gotham tiene un encanto que hace que la gente regrese... ¿no es así?

Batman: La Broma FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora