Capítulo 41: La batalla de Gotham City

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Por la radio, Catwoman había escuchado que las personas del East End se estaban refugiando en el gimnasio municipal de Kengsinton Street, por lo que decidió que iría a ayudarles con la evacuación.

Un rato después, dejo aparcado el Batpod en un callejón aledaño y salió hacia las calles. Mientras miraba agudamente, Selina vio a un niño pequeño con el cabello rubio que se acercó a un grupo de oficiales uniformados. Tiró de una de las mangas del patrullero.

-No puedo encontrar a mi mamá – el chico tímido se estremeció –

El oficial molesto empujó la cara del niño con la mano, quien se tambaleó hacia atrás y luchó por mantener el equilibrio. Selina apretó la mandíbula, agarrando fácilmente el brazo del oficial.

-El niño te hizo una pregunta – gruñó ella, sintiendo que él oficial simplemente la ignoraba – ¡Te sugiero que lo escuches!

Cuando el oficial volteo a verla, Catwoman noto que los ojos del policía parecían en blanco, como si estuviera drogado. Sintiendo que sus esfuerzos para que el policía reaccionara eran inútiles, Selina arrojó agresivamente al patrullero a un lado, asegurándose de que en el proceso su cabeza se golpeara contra un bote de basura.

Ella disfrutó de la vista de un oficial del GCPD inconsciente antes de girar sobre sus talones para ver cómo estaba el niño ansioso que la miraba con los ojos muy abiertos; una mezcla de miedo y asombro.

-Nunca hagas preguntas, chico. Es solo una pérdida de tiempo – ella le aconsejó –

Entonces se les acerco un oficial del SWAT con la pistola sacada de su funda. Apuntó el cañón del arma y apuntó directamente al pecho de Selina. Ella apretó los dientes al ver que el oficial también parecía drogado, y lo desafío con una mirada penetrante.

-¡Parece que mis drogas surtieron efecto en los de azul! – una voz desconocida resonó en sus oídos, profunda e impresionante –

Catwoman fijó sus ojos en Scarecrow mientras bajaba del borde superior de una camioneta SWAT.

-Es hora de correr la voz – dijo el villano con la máscara de tela, mirando a toda la gente en la calle – Que todos tengan miedo – y entonces tiro una bomba con la nueva toxina en medio de la calle –

Al ver que toda la gente se dispersó al momento, Catwoman tomo al aniño de la mano e inmediatamente se fundieron con las sombras de un callejón, evitando la asfixiante niebla blanca de la Toxina del Miedo.

Catwoman encontró una escalera y colocó suavemente al niño asustado en el último escalón. Entrecerró los ojos y vio a varias formas masivas de hombres; cuerpos voluminosos cubiertos con atuendos de payasos y armas automáticas en las manos.

Con un giro brusco de la cabeza, miró con un brillo más nervioso al niño.

-Sube... – insistió ella con un siseo, tomando un pedazo de tela de la manga de su traje y poniéndoselo al niño en la boca – No te lo quites por nada del mundo.

El chico asintió y subió las escaleras a tientas, Selina esperó hasta que estuvo en un punto alto y luego actuó por instinto. Silenciosamente, Catwoman pasó por encima de la basura y paseó tranquilamente por el espacio cerrado, deteniéndose en sus zancadas cuando alcanzó un punto que la oculto perfectamente.

Entonces saco una mascarilla antigás que Batman le había dado antes de salir de la Batcueva del cinturón, se la puso alrededor de la parte descubierta de su cara y preparo su látigo.

En medio de la calle se estaciono una camioneta marrón. Tres hombres vestidos con traje y que además portaban máscaras antigás en sus rostros salieron portando pistolas y armas automáticas. Justo cuando lo hicieron, otro auto negro se detuvo al lado de ellos. Tres hombres armados más salieron del vehículo, vestidos con ropa barata y con máscaras de payasos. Todos menos uno, que traía una máscara de tela corroída. Apenas se le veía la cara desfigurada, era Scarecrow, el doctor Jonathan Crane.

Batman: La Broma FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora