CAPÍTULO 17 parte I

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Nyari

Regresamos a Londres, es un vuelo muy largo y ambos estamos cansados.

—Abrígate antes de bajar —ordena Ethan cuando el jet aterriza y no digo nada, él desabrocha su cinturón y se pone de pie—, ¿Por qué esa cara?

Desabrocho mi cinturón y me pongo de pie.

—Cuando empaqué no traje nada calientito —digo con una sonrisa.

—¿Y el abrigo con el que salimos de Londres?

—Se quedó en la isla —respondo con una sonrisa.

—¿Por qué eres tan descuidada? —reprende.

—En mi defensa —hablo—, yo no empaqué —ninguno de nosotros lo hizo, alguien más empacó por nosotros al salir de la isla.

Ethan me observa de pies a cabeza y sí aún traigo el vestido de la isla y aquí está nevando y yo estoy sin abrigo.

Ethan se da la vuelta y avanza, toma algo y regresa.

—Usa esto —me entrega su abrigo.

—¿Qué hay de ti?

—Estaré bien —responde—, pondré la calefacción en cuanto subamos al auto.

—No.

—Úsalo —ordena.

—Pero... —evita que hable y él mismo me pone el abrigo—, Ethan.

—Dije que lo usaras, no quiero que te resfríes, eso me haría enojar.

—¿Un resfriado? —pregunto.

—Que estés enferma —responde. 

—Yo tampoco quiero que te enfermes —recalco. 

—Voy a estar bien —Ethan también trae un par de guantes y me los pone, cuando intento alegar me da un pico en los labios.

—Así no —digo.

—¡No! —vuelve a darme un beso de pico y me pone mi gorro con una sonrisa en el rostro de victoria.

Se da la vuelta y estrujo su pompi, él no dice nada y sigue caminando.

Se detiene justo en la puerta, me mira y estira su brazo.

—Ven —me acerco con una sonrisa y tomo su mano, él deja un beso en mi frente, su mano se desliza por mi espalda, sigue bajando y estruja mi pompi.

Abre la puerta y el frío se siente de inmediato, yo lo siento que tengo el abrigo, giro a mirar a Ethan y parece no afectarle, quiero decir algo, pero hace que bajemos las escaleras antes de que inmute palabra.

Caminamos al auto y alguien más sube el equipaje, entramos al auto y soy yo quien enciende la calefacción de inmediato.

—¿Estás bien? —pregunto mirándolo.

—Sí—responde y sujeto su mano.

—Estás helado.

—Estoy bien —dice, se acerca a mí y abrocha mi cinturón de seguridad.

Abrocha su cinturón, enciende el auto y vamos directo al edificio y entramos al pent-house.

Los cachorros nos reciben felices y nos ladran, tanto Ethan como yo nos inclinamos y los acariciamos.

—Cenemos —habla Ethan, no comimos en el vuelo, ninguno quiso hacerlo.

Ethan es quien decide preparar algo para cenar mientras yo llevaré el equipaje a la habitación.

Ethan: El Peso de la SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora