Capítulo 31: En el carro

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⋆★⋆ Salvatore Kozlov ⋆★⋆

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⋆★⋆ Salvatore Kozlov ⋆★⋆

En el carro 

Sariah se ha tardado demasiado en el baño, ya todos han terminado de comer, de vez en cuando Iván y yo chocamos miradas, este se encuentra molesto e impaciente, me disculpo con todos y me levanto de la mesa.

Bromani está con unas amistades, decido no molestarlo e irme sin despedir, la fiesta está aburrida, el ambiente es para la graduada, no los invitados, mi auto se encuentra estacionado a lo lejos de la casa, en la oscuridad, nadie puede verlo, solo yo, salgo con las manos dentro del abrigo, hace mucho frío, ya es de madrugada.

Mi sorpresa es ver a Sariah fumar y beber recostada del capo de mi auto, me acerco a ella, esta sonríe al verme, puedo ver su pronunciado escote aunque esté cubierta por el abrigo.

— Así que todo este tiempo estuviste aquí.— me detengo a observarla.

— Debo decirte que estás en lo correcto, no soportaba estar frente de ti sin poder tocarte.— da una última calada a su cigarrillo y lo avienta al piso, con sus tacones lo aplasta para apagarlo.

— Ahora estamos en un lugar donde nadie puede vernos, nada te impide hacerlo.— toco el botón que abre mi auto, me acerco a ella.

— Nos pueden ver.— sostiene la copa.

— Mucho mejor, eso es lo excitante de todo esto, que puedan vernos o mejor aún.— la tomo por la cintura, pegándola hacia mí.— Escucharnos, eso si sería lo realmente excitante.

— Me siento húmeda.— mis manos viajan hacia sus senos, saco uno y con mi pulgar toco su pezón, un gemido se escapa de sus labios.

— Esta noche pienso cogerte hasta que ya no pueda más, ver a tu esposo ardido por mi presencia me la ha puesto más dura de la cuenta.— muerdo el lóbulo de su oreja.

— ¡Ah, me encantaría que nos vea!

La arrastro conmigo hacia el auto, esta deja caer la copa al suelo, entramos a la parte trasera de mi auto, la acuesto y cierro la puerta, me deshago de mi abrigo aventándolo a la parte delantera, ella hace lo mismo con el suyo.

— Hoy quiero tus jugos en mi boca, pienso follar tu coño con mi boca, para que toda la vida recuerdes que el placer lo has conocido conmigo.— rompo su tanga de encaje, no escucho quejas de su parte.

Mi lengua se pierde en sus pliegues, arquea su espalda cuando siente su caliente, la lleno de saliva, succiono su clítoris, lo hago con fuerza para que lo sienta, para que llegue a su punto débil. Sus manos viajan hacia mi cabello, lo hala con fuerza, abre sus piernas más, para que pueda tener mejor acceso, la miro a los ojos cada vez que lamo su coño.

Me la pone dura, solo verla gemir y disfrutar del sexo oral que le estoy brindando, verla doblegada ante mí, saber que soy el único que conoce esa parte de ella, eso me prende cada vez más, tomo dos de mis dedos y lo introduzco en su hueco.

— ¡Ah, sí, mi general!— muerdo sus labios vaginales mientras entro y saco mis dedos de su feminidad.

Mi lengua toma libertad y lame su feminidad con rapidez, de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba, por todos los lados posibles, su coño aumenta la humedad, ahora puedo escuchar el delicioso sonido de estos cada vez que entro mis dedos en ella, estos se resbalan por lo mojada que se encuentra.

La toco cada vez más rápido, lamo su clítoris, lo succiono mientras mis dedos juegan con su hueco, siento que hala con fuerza mi cabello y eso me deja dicho que ya ha llegado a su punto máximo, tiembla, sus piernas no tienen el control, de su boca salen gemidos fuertes, descontrolados.

Lamo su feminidad una última vez antes de subir a mirarla a los ojos.

— ¿Desea más mi coronel?— beso uno de sus muslos.

— Quiero que te entierres en mí.— muerde sus labios.

Subo hasta quedar cerca de su rostro, uno mis labios con los suyos, muerdo sus labios, disfruto del sabor a vino y nicotina, es lo más delicioso que existe, viniendo de ella mucho más.

Bajo mis pantalones aun con nuestros labios unidos, saco mi erección y me hundo en ella, ahogo un gemido entre sus labios cuando siento su humedad y el caliente de su feminidad, podría estar dentro de ella todo el día si es posible, hasta que se nos pele.

— ¡Joder, follarte es uno de los placeres de la vida más exquisitos que existen!— muerdo su hombro.

La penetro con suavidad, todo para que se sienta a gusto, pero llega a un punto donde lo único que deseo es romperla hasta que no quede nada de ella, que sea solo mía, de nadie más, que me entregue todo su placer, así como le estoy entregando el mío.

Entro y salgo, me hundo con fuerza, abro más sus piernas, no puedo más y opto por la posición del misionero, es la más cómoda en este tipo de escenarios, sus senos rebotan cada vez que la embisto, de solo ver su cara contraída por placer siento que en cualquier momento voy a venirme, la embisto unas cuantas veces más hasta que termino llenándola de mi semen, por completo, ahogamos nuestros gemidos en un beso y ella también se corre junto conmigo.

— Cada vez mejor que el anterior.— dice agitada.

— Me robaste la palabra.— me compongo y abrocho mi pantalón.

— Quiero más.— se levanta algo cansada e intenta sentarse a ahorcajadas sobre mí.

— Yo también, pero llevas mucho tiempo fuera de la fiesta, pueden sospechar, además ya van a ser las cuatro de la madrugada, ve con el idiota de esposo.— le extiendo su abrigo.

— ¿Se corrió el labial?— se pasa al asiento de adelante para verse al espejo.

— No, la que lo hizo fuiste tú.

Rueda los ojos, está algo pasada de tragos.

— Nos vemos luego.— se arregla y sale del auto.

Espero a que entre a la casa para irme, las ganas que tengo es de seguir follándola, eso lo puedo jurar. Al pasar por la entrada de la casa veo a Bromani salir acompañado de su novia, este detiene mi auto.

—¿Por qué te ibas sin despedirte, hermano?

— Estabas entretenido con unas amistades, no quise molestar.— su novia me mira coqueta, que bajas pueden llegar a ser las mujeres cuando se lo proponen.

— Eso es lo de menos, espero verte en el bar que acordamos este fin de semana.— se aleja del auto.

— Sabes que cumplo con mi palabra siempre.

— De eso no tengo la menor duda, solo deseaba acordarlo.— otro más que se encuentra borracho, hasta aquí puedo sentir el tufo.

— Que tu novia tome el volante, estás pasado de alcohol.— miro a la novia para que haga caso a mi petición.

— De hecho no nos vamos, solo salimos a tomar un poco de aire fresco.

Niego riendo.

— Ve adentro, este clima puede hacerte daño.

— Hasta luego amigo.— palmea el auto.

— Gusto verte Bromani.





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