Capítulo 3

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Georgia.

Aliso mi vestido color vino, arreglo mis ondas rubias y retoco mis labios cuyo color son el mismo que mi vestido, y una capa de rímel para mis ojos azules. Doy media vuelta en el espejo y no es por ser una presumida, pero me veo maravillosa.

Mis planes para hoy no suenan muy divertidos. Ya que aún no empiezo la universidad, he decidido que dar un tour por Londres es una idea fantástica. Pero ocurre algo... debo ir con John.

Papá se niega a dejarme sola, dice que ni siquiera con un chofer del señor Conner, por ende debo estar a su lado hasta que lleve al menos unos tres meses aquí.

Jack no puede salir de casa y espero no quedar de nuevo hipnotizada con ese hombre de ojos eléctricos. John Conner es una cosa maravillosa, nunca me había detenido en recordar la belleza de un hombre, pero él es... diferente.

Vivir aquí por seis meses será un reto, y más por el hecho de que con la primera impresión ya me había amenazado. Me pregunto que fue lo que pensó él al verme, me gustaría escucharlo un poco más, pero su actitud me golpea.

Bajo al comedor y encuentro todo en su lugar. Jack escribe algo en su ordenador, en el mesón de la cocina, mientras John come tranquilamente en una esquina de la enorme mesa. Tiene un plato de frutas, otro de huevos y quiero dejar de mirarlo, así que desvío los ojos al otro lado de la mesa y sonrío al ver mi plato con frutas y mi tarro de miel.

«Jack»

Lo ha hecho tal y como le pedí.

Me siento frente a Conner y hago todo lo que está en mis manos para no mirarlo, pero cuando mis ojos buscan los suyos, ya él me mira con atención.

—¿A donde iremos? —pregunto para romper el silencio y él solo me quita la mirada para seguir comiendo, ignorándome.

—Primero irás a Empire Conner —responde Jack en su lugar—. Allí te quedarás un momento mientras el señor hace sus oficios, luego el chofer te dará un tour por la ciudad. ¿Vale?

Dudo, pero asiento.

Cojo una de las fresas y la unto de miel antes de llevarla a mis labios.

Delicioso.

Me encanta esta combinación y que Jack haya recordado esto.

Miro de reojo al señor Conner y mis ojos vuelven a traicionarme. Sería un pecado tenerlo cerca y no detallarlo.

Deslizo la mirada desde sus labios, hasta el mentón. Bajo por su pecho descubierto y me quedo un momento estática al ver el colgante que cae de su cuello, y se ve gracias al escote de su camisa negra.

Ese colgante... claro que lo conozco, muy bien. No es cualquier colgante, es mi charms de escorpión. Uno que yo he regalado cuando era niña. ¡Y fue a él! Mi charms favorito lo he obsequiado al hombre que tengo frente a mí y hasta ahora es que esos recuerdos se vuelven claros.

Sabía que conocía a John, pero mis recuerdos eran nulos. Ahora es que mi mente viaja a diez años atrás, dónde le temía a Conner, pero aún así me acerqué a él, intentando ser amable.

Recuerdo que él me provocaba mucha ansiedad. Era tan temible y mi estómago se revolvía de solo verlo. Nunca quería estar cerca de él, pero ese día mi humor estaba en su mejor punto. Yo me encontraba aburrida y él recostado en una de las sillas en la empresa de Heiner Weber. Fumaba un cigarrillo mientras veía su móvil y yo con mis ganas de hacer amigos y agradarle a las personas, me acerqué a él, sabiendo que mi corazón latía a mil porque... yo era una niña dulce que vomitaba brillos y John asesinaba personas con solo respirar. Por eso es que ese hombre provocaba un miedo increíble en mí.

Dulce EnigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora