John Conner.
Carezco de paciencia.
Soy un hombre que pierde la paciencia muy rápido y la única manera de sacarme a esta mocosa de encima, es hacerle una propuesta que no aceptaría. Por suerte para mí y mala para ella, se ha tenido que callar por un momento y sentarse en el sillón, leyendo una estúpida revista.
No sé de donde he sacado esas palabras que me dejaron un sabor amargo en mi paladar. Está claro que jamás diría algo así, pero ella me sacó de mis casillas. Es insoportable.
Solo hemos interactuando dos veces y en esas dos ya me ha hecho perder la paciencia.
Es muy parlanchina y odio eso.
Maldito sea el día que acepté la idea de Álvaro Beltrán. Ese hombre está mal, no sabe en qué lío acaba de meter a su hija y al menos agradezco que fui claro desde el principio.
No respondo por nada.
No doy explicaciones de nada.
Y si ella quiso meterse a la cueva del lobo, tendrá que lidiar con él y con su hambre insaciable.
He vivido solo desde mi adolescencia. Me gusta así, llegar a casa y no tener que lidiar con nadie. No me gusta hablar más de lo necesario y tampoco soy de estar dando órdenes. Pero esa jodida rubia ha llegado para arruinar mi vida por seis meses.
No solo debo vivir con ella, también escucharla, hablarle y hacer cosas de las cuales no estoy acostumbrado y son nuevas para mí.
Y darle órdenes.
Odio dar órdenes, no suelo hacerlo y con ella parece que es necesario.
La aborrezco y solo ha pasado conmigo unas cinco horas.
Dejo de lado mi trabajo y me dedico a observarla en silencio. No me interesa si me pilla viéndole, no soy un puto adolescente.
Ella está cruzada de piernas, derecha y con el cabello de lado, cayendo sobre su hombro, aún en ondas. Es largo, tiene un cabello sorprendentemente largo y sano. Sus cejas están fruncidas, los ojos muy conectados con el artículo que lee y yo me pregunto si esta mocosa es de verdad hija de Álvaro. Recuerdo que Chiara, la mayor, es más atrevida, más indiscreta y gritaba Beltrán por todos lados. Pero Georgia es elegante, con un Aura delicada y poderosa. Todos sus rasgos, sus gestos y hasta la manera de hablar es elegante. De solo ver su vestimenta lo confirmo.
A su cuerpo se acopla un vestido color vino, no es corto, pero tampoco es largo. Tiene un escote muy generoso en el inicio de sus pechos y otro en la pierna derecha. Los labios están del mismo color del vestido y tiene un delineado que pronuncia muy bien el azul de sus ojos. Bajando por sus piernas me quedo observando los tacones color vino, pequeños y tan finos. Dios, se ven perfectos.
Eso es Georgia, fina y delicada.
Y a mí me gusta observar, detallar y grabarme todo.
Aún así no se puede obviar lo parlanchina y asfixiante que es.
El móvil timbra sobre mí escritorio, el sonido me saca de mis pensamientos y descuelgo la llamada de Álvaro Beltrán.
—Supongo que estás feliz, basura —hablo, sin dejar de mirar a la mocosa rubia, que ahora fija su atención en mí.
—¿Como estas? ¿Como está mi pequeña?
—Me has pedido que le diera asilo, Álvaro. No soy su puto niñero.
Suelta una risita.
—Venga, solo dime.
—Se encuentra bien —es lo único que digo.
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Dulce Enigma
RomansaDulce Enigma cuenta la historia de una estudiante de medicina y un empresario magnate. Ella decide estudiar su último año de medicina en Londres, sin saber que la estadía en ésta ciudad cambiará su vida para siempre. John Conner en un empresario mi...