Extra. (Corto)

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Narrador: Anónimo.

Me escondo tras los escombros, y las pequeñas tiendas de comida, termino de inhalar mi cigarrillo y lo apago con mi dedo, coloco de nuevo mis guantes negros y ajusto mi abrigo. Enciendo otro cigarrillo y vuelvo mi vista al mismo sitio, a la hermosa y brillante Georgia.

«Preciosa»

Es una mujer hermosa y me lleno de ira al recordar que debo espiarla de lejos. Mis manos se vuelven un puño y mis nudillos blancos.

Maldita sea.

No poder tocarla es un castigo, es una jodida tortura. Su sonrisa es brillante, me deja sin palabras. No puedo describir la belleza qué hay en ella, ninguna mujer se compara. No puedo compararla, no existe nadie más precioso que Georgia.

Agradezco que sus malditos escoltas no estén con ella en este momento, puedo asegurar que se ha escapado y eso también me enoja. «No puede estar sola por esta ciudad». Ignoro ese maldito dolor en mi pecho y la sigo. Contonea las caderas con sensualidad y elegancia, pasos firmes y una sonrisa que no despega nunca. Quisiera tener tanta inocencia, pero no puedo llegar a ese punto. Ella... simplemente confía en todos, confió en mí.

Río internamente.

Que mujer.

John tiene un diamante en su casa. Me hierve la sangre cada que recuerdo todo lo que ha hecho por ella. ¿Por qué le importa? ¿Por qué quiere tenerla a su lado siempre?

Su vestido se mueve con el viento, es largo, discreto. Su personalidad no tiene nada que ver con su vestimenta. Ella es... alegre.

Camino entre las personas, haciendo lo posible para no perderla de vista. Pero se me hace imposible. Este mercado está atestado de personas, y Georgia siendo de la gran realeza no debería venir a esta porquería. Supongo que es por las flores, venden las mejores aquí, por eso ella ha venido. Lo confirmo cuando se detiene en una floristería. Habla con el empleado, también le sonríe amablemente y me irrito.

«No puede ser tan amable con nadie más»

No recuerdo cuando fue la ultima vez que me sonrió de esa manera.

—Muchas gracias —le dice al maldito, él asiente y dice algo que aunque me esfuerce, no escucho.

Ella sigue su camino y yo igual, la persigo, voy tras de ella solo para verla de lejos, es la única manera que tengo para poder sentirla conmigo.

Mi preciosa Georgia.

La primera vez que la vi, lo recuerdo muy bien. Era tan amable conmigo, al principio apenada, pero luego que cogió confianza, me sentí vivo. Y desde ese día juré que sería mía, y que nadie más se interpondría en esto. He pasado días localizándola, espiándola de lejos y buscando la manera de verla sonreír. Me sentí como la mierda cuando John Conner la recibió en su casa, tuve que ver de lejos como la trataba y como el maldito se preocupaba por su seguridad. Cuando me enteré que ella quedaría sola por muchos días, intenté entrar a la mansión, pero fue imposible. Hay escoltas por todos lados, cámaras hasta en los arbustos y una seguridad que no tiene ni el mismísimo rey. Descarté esa idea, ahora solo la espero fuera de casa, hasta la universidad. Ahí ya tengo mis técnicas para tenerla cerca sin que me vea.

Pero no será para siempre.

Llegará mi momento, ella estará para mí. Lo juro.

Será mía.

¿O ya lo es?

Camino más rápido, la tengo cada vez más cerca y solo basta estirar mi brazo para sujetarla. Su cabello largo está recogido en una coleta, lo que me da más oportunidad de ver ese bonito cuello, el cual algún día estrangularé si no llegase a quererme como yo la quiero a ella.

Un poco más, casi la tomo del brazo y...

Da la vuelta, por instinto doy unos pasos hacia atrás e intento alejarme, pero no puedo. Ella cruza mirada conmigo y en cuanto se percata de mi presencia, frunce el ceño.

«¿Cuando vas a sonreírme así de bonito, Georgia?»

No le doy oportunidad de verme lo suficiente, quizá piensa que ha sido un simple reflejo y por eso me pierdo entre las personas.

«No puede verme»

Pero lo hará pronto.

Y voy asegurarme que en el momento más oportuno, esté sola. Sin John, sin escoltas y sobre todo, sin miedo.

Mi Georgia, mi brillo.

Mía.

...

Dulce EnigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora