Capítulo 19

5K 315 125
                                    

John Conner.

«Celosa»

Claro.

Mi polla se puso como un puto roble. Georgia sí que sabe como cabrearme, la muy malcriada. Sus palabras fueron como cuchillo afilado, traspasando mi pecho.

La última vez que estuve tan molesto, fue... nunca. Nunca hay algo que me moleste, ya que todo lo tengo bajo control siempre. Pero esta mujer está volviéndome loco. Todo en ella me exaspera y lo peor de esta situación es que no puedo alejarla, porque por una razón retorcida dentro de mí, quiero tenerla solo a mi alcance. Mi lado egoísta no me permite odiarla y alejarla.

Y el que tenga a mi hija en su vientre, me vuelve más loco. Cada vez que pienso en eso, mi mente estalla. Es inefable el sentimiento de poder que me abarca.

Y verla enojada.

Ni hablar.

Aunque la charla que tenía por móvil era con mi madre, no le aclaré nada. Me gustó que pensara otra cosa, que pensara que Elena era quien hablaba conmigo.

Ella siempre estaba sonriendo, triste, callada. Pero nunca la vi molesta. Sus ojos azules destellaban furia y se veían tan oscuros que mi corazón no paraba de latir, como si le gustara esa reacción en ella. Mi maldito y traidor corazón.

Disfruté verla celosa, no lo voy a negar. Pero en cuanto nombró al imbécil de Cox, me sentí como el maldito infierno.

—Madre mía —suelto un suspiro.

Georgia está acabando conmigo.

La noche anterior cuando la apresé contra mi escritorio, ha tenido la osadía de abofetearme. Dobló mi rostro con un bofetón de los mil demonios. Su pequeña mano impactó fuerte, haciendo que hasta mi cabeza doliera. Aún siento el ardor en mi mejilla. Incluso cuando me miré al espejo, pude notar lo roja que había quedado.

Me gustó.

Mi pantalón iba a explotar y quería empotrarla ahí mismo y follarla hasta que me cansara. Pero se veía agotada, y débil. Dejé que su mal humor se diluyera y la acosté conmigo en el sofá de mi despacho. Durmió en mi pecho unas dos horas y luego fuimos a la cama.

Al amanecer, dejé instrucciones a Jack para su desayuno y me vine de inmediato a la empresa. Hay cosas que debo resolver, y Jacob es una de ellas.

Charles está frente a mí, con una cara de fastidio. Quiere largarse y no puede, ya que le tengo prohibido moverse de aquí hasta que llegue mi pedido.

Él es experto en esto de torturar e intimidar. Yo aunque puedo, no se me apetece. No es lo mío.

—Deja que llegue ese hijo de puta. Haré que pague las horas que llevo aquí sentado.

Bufo, sin contestar.

Sólo tardé unas pocas horas para encontrar a Hall. No fue tan difícil, y en realidad su misión de estar merodeando por la ciudad ya ha terminado. La vida de Georgia y mi hija están en peligro gracias a él, así que es necesario hacer algo al respecto.

—Dean quería saber. Me ha preguntado por tu mujer y le he dicho que no —sonríe, ya que disfruta el sufrimiento ajeno—. Está muerto de amor por la rubia. ¿Y sabes qué? No lo culpo. Está para chuparse los dedos.

—¿Donde está?

—En su empresa. No ha querido verte.

—Mejor así. Que se aleje de mi esposa.

Juega con el bolígrafo, fingiendo que es una navaja.

—Y de tu hija. Me hubiera gustado decirle eso a Dean.

Dulce EnigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora