Capítulo 6

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John Conner.

Bendita tormenta. Había esperado cualquier excusa para no asistir a la cena de la familia Fisher, y que cayera un diluvio fue necesario para no ir.

Desato el nudo de mi corbata y me recuesto en la cama. Un suspiro ahogado sale de mis labios y cierro los ojos, cansado por todo el trabajo que tuve hoy. Lidiar con los nuevos empleados no es muy sencillo. Hoy un container de material para la nueva colección, fue desperdiciado gracias al mal manejo por uno de los empleados. Elena fue quien terminó haciendo todo y yo por mi paz mental decidí encargarme de la finanza y la publicidad.

Es material que no podemos perder, viene la temporada de invierno y es necesario sacar un nuevo modelo para la colección. Es la primera vez qué pasa algo como esto, y agradezco que Elena se haya encargado de todo.

Leo su último mensaje y dejo el móvil en el buró. Cierro los ojos de nuevo y aunque el frío me esté golpeando la piel, no tengo el ánimo suficiente para moverme de aquí. Aún tengo puesto mi pantalón, mi camisa y la corbata medio puesta.

La electricidad está fallando, por ende, la calefacción es una mierda. Si tan solo...

Joder.

Tres golpes delicados en mi puerta, interrumpen mis pensamientos y me obliga abrir los ojos. Pensé que me había relajado por un momento, pero vuelvo a ponerme rígido al saber que la persona que toca al otro lado, es la mocosa.

¿Que hace aquí?

Vislumbro la hora en mi móvil y marca las nueve. No es prudente que esté a esta hora de la noche tocando a mi puerta. Aun así cedo y le doy el pase.

—Entra.

Madre mía.

No abro los ojos, en cambio me relajo más en mi cama y espero a que Georgia diga cualquier cosa que tenga que decir.

Nada.

Silencio.

No dice nada y mantiene el mismo silencio por otros minutos. Está aquí, puedo sentir su aroma, pero no habla, no se acerca y tampoco se larga.

—¿Que quieres? —pregunto, sin mirarla.

—He venido porque... —se calla de repente cuando un relámpago la interrumpe—. No puedo dormir con esta zozobra.

No respondo. Y ella continúa.

—Así que voy a dormir contigo...

¿Qué demonios?

Me siento de golpe en la cama, abriendo los ojos de inmediato. El frío desaparece y no encuentro el chiste por ningún lado. Busco a Georgia con la mirada y aunque la habitación está oscura, puedo ver un reflejo de sus ojos chispeantes, llenos de miedo y la poca ropa que me hace tensar la mandíbula. Si es que se le puede llamar ropa a esa mierda.

Está demente si piensa que dormirá aquí, conmigo.

—Tienes una habitación.

—Tengo miedo —musita—. La tormenta eléctrica no me permite dormir. Y le temo a la oscuridad. Por favor, no voy asfixiarte, solo quiero compañía.

La voz se le quiebra y ya veo que no es chiste. Lo está diciendo muy enserio y yo quiero acariciarme el cuello con una navaja. Joder.

Dulce EnigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora