Capítulo 38

4.8K 357 88
                                        

«Nadie nos advirtió, que extrañar es el costo que tienen los buenos momentos»

-Mario Benedetti.
.
.
.

Horas antes.

Georgia.

El miedo me corroe.

¿Que puede ser tan importante y delicado para que Pablo me haya llamado tan alterado?

El coche se detiene frente a un... ¿restaurante? Miro de nuevo la dirección y no me he equivocado. ¿De verdad Pablo me ha invitado a un restaurante para hablar algo delicado? El restaurante es francés, modesto y hermoso, pero no me detengo en detallarlo, ya que me adentro a toda prisa, en busca de respuestas que espero me puedan dar de inmediato. El camarero me indica la mesa donde me esperan y oculto mi disgusto al ver a quien se supone debería estar preocupado, pero en cambio me encuentro con algo totalmente diferente. Pablo me sonríe y el descaro me hace retroceder.

—Espera, no te vayas. Quiero hablar contigo.

—Pablo. Necesito que me hables claro. No he venido a perder mi tiempo.

—Siéntate.

—Habla ya. ¿Que es eso tan importante? ¿Es sobre la salud de mi hija?

Niega.

—Perdóname. Me han enviado un expediente equivocado y he creído que era Victoria. Me disculpo por eso. Por un momento creí que tu hija...

—¿Me has hecho venir aquí por una equivocación? —tomo una bocanada de aire, intentando no perder mi poca paciencia.

Su llamada me alteró. Me ha pedido que no le informe nada a John porque no quería problemas con él, pero ahora no sé qué pensar. No me siento a su lado, tampoco pido nada pra comer o beber, así que él se levanta e intenta tomar mi mano.

—Ya que has venido. Por favor siéntate y comamos algo.

—Le he mentido a mi esposo, Pablo. Me largo.

Me toma del brazo y me obliga acercarme.

—Solo comeremos. Lo prometo.

¿Que rayos?

¿Qué clase de hombre es este doctor?

—Me voy —insisto y...

Me toma por sorpresa el beso que me estampa rápidamente en los labios. Todo pasa muy rápido y no me da tiempo de retroceder, pero en cuanto lo hago, me aseguro de que su desfachatez no se repita, así que le doblo la cara con un bofetón, haciendo eco del golpe. Mi mano pica por el movimiento rápido y contundente. Pablo no se lo esperaba, es por eso que suelta mi brazo y retrocede, sin embargo la sonrisa en su rostro me hace parpadear.

—¿Que te sucede? —lo empujo, sin importar que muchos estén viendo. El camarero busca ayuda y yo vuelvo a empujar a Pablo.

—Cálmate.

—¡John va a matarte, imbécil! ¿Me has oído? Mi esposo te cortará las manos por haberme tocado. Aléjate.

Se ríe, aumentando mi enojo.

—No lo creo —se encoge de hombros y me señala la mesa tras nosotros. Me giro y que do estática al ver a la mujer que sonríe con maluco desde la distancia.

Dulce EnigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora