Capítulo 8

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John Conner.

«—Estoy frustrada porque no podré verte del mismo modo —dijo en un hilo de voz—. No tuviste sexo con una cualquiera. Tuviste sexo conmigo, y no te pido que me quieras, porque yo no lo hago. Solo pido que no me ignores».

Las palabras de Georgia palpitan en mi cabeza. Yo no respondí a eso, ni a nada de lo que me dijo mientras se quedaba dormida en mi pecho, envuelta en mis brazos como si fuera parte de mí. La escuché con atención y le di el espacio que necesitaba. Georgia es muy sentimental, es una mujer que necesita ser escuchada y quiere ser consentida y no ignorada. Lo merece, claro está. Pero yo no soy ese tipo de hombre. No voy hablarle como si tuviera cinco años, y sé que tuvimos sexo, pero no soy el hombre que la va a despertar con desayuno en la cama, tampoco voy a crearle un altar. Pasó y ya está.

Ahora mismo sigue dormida, mi brazo duele por el calambre, pero prefiero no despertarla. Yo también me había quedado dormido en la silla, pero he despertado por un dolor muscular y ya es imposible que pueda estar cómodo.

Mocosa de mierda.

Busco alguna distracción y como Charles es un inepto sin remedio, marco su número en mi móvil personal y presiono la tecla de llamar.

Cinco segundos son suficientes para que coja el móvil y descuélguenla llamada. Su voz me recibe al otro lado.

Aquí Wood.

—Soy yo, imbécil.

—¿Que quieres? Estoy ocupado —una voz femenina se escucha de fondo, acompañada de una melodía suave, lo cual me indica que Charles está haciendo de las suyas.

—Quería asegurarme que todo estuviera en orden. Elena me ha dicho sobre tu maldita rebeldía con la mercancía nueva.

Maldita cotilla —murmura entre dientes—. Y no es rebeldía. Solo quería una puta firma y el gerente no fue muy gentil. Se merecía una paliza.

Ruedo los ojos.

Que Charles hiciera algo como eso no sería sorpresa, pero ya estoy cansado de sacarlo de la cárcel más de una vez por golpear a personas importantes. Pero el imbécil no tiene remedio. Es muy violento y ese comportamiento no puedo soportarlo más. Si él no fuera uno de mis mejores amigos y socios, ya lo hubiera echado de Empire Conner.

Charles es un hombre inteligente, perspicaz y muy bueno con las finanzas de la empresa, tanto las suyas cómo estas. Él es silencioso y un puto genio. Pero cuando lo hacen enojar, es la persona más insoportable del mundo, y digamos que es así como lo conocen. "Charles el mujeriego" o "Charles el problemático". Le confiaría mi vida si es posible, pero no lo dejaría solo en una reunión de negocios.

—Ya deja de meterte en problemas, joder. Necesito que comiences a...

Sí, sí. Pareces un viejo cascarrabias, John. Necesitas una mujer que alegre tu vida —escucho lo chasquidos de labios y comienzo asquearme—. Como yo, sin mujeres mi vida se viene abajo. Pero cuando las tengo cerca... ¡joder! La puta gloria.

—Cállate, Wood —espeto tajante, dándole un vistazo a la mocosa en mis brazos, quien comienza a removerse, abriendo los ojos en el proceso—. No quiero quejas de nuevo. Adiós.

Estaré ahí en unos minutos. Ya no es muy buena idea esto de esconderme en la habitación de suministros.

Wood. ¿Qué diablos? Adiós.

Cuelgo y tiro el móvil al escritorio. El sonido hace sobresaltar a Georgia y en cuanto me ve, se levanta de golpe.

Un alivio.

Dulce EnigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora