Capítulo final

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Georgia.

No hay peor tortura para una mujer, que elegir el vestido perfecto para su boda y, aunque lo que veo en el espejo es lo que siempre quise, en el fondo no estoy del todo satisfecha. Sí, soy inestable y no puedo tomar una elección de inmediato hasta estar del todo segura.

Un hermoso vestido blanco, hecho en encaje y lleno de diamantes bordados, adorna mi cuerpo. Es elegante, atrevido, y muy de mi estilo. Se ciñe a mi cuerpo, dejando mi espalda descubierta. Es un diseño largo, de straples, es hermoso, y mis curvas se amoldan perfectamente.

Chiara es quien peina mi cabello, tiene los ojos llenos de lagrimas, mientras coloca la tiara sobre mi cabeza, junto a ella, el velo que cae y se arrastra por el suelo. Tiene un vestido color vino, también es un diseño largo, ajustado en sus pechos, pero ca e suelto desde su cintura. Es de encaje, bordado con pequeños diamantes en el centro de sus pechos. Camila luce uno parecido, ya que ella también forma parte de mis damas de honor, se encuentra en el sillón, peinando el cabello de mi pequeña Victoria, y a su lado Elena le hace compañía.

—Sé que ya estás casada por un estúpido papel —murmura Chiara—. Pero siento que ahora es real. Estoy muy feliz por ti —me abraza por la espalda y le correspondo.

—Te preocupa que John se arrepienta en el altar —me burlo.

—No sería capaz de semejante cosa. Lo asesinaría antes de que pudiera hacerlo.

Suelto una carcajada. Ella sería capaz de eso y mucho más.

—Deja de preocuparte por mí. John y yo somos felices.

Chiara es un manojo de sentimentalismo. Siempre se encuentra en un estado de llanto cuando algo realmente le emociona o le preocupa. Ella siempre ha querido lo mejor para mí y quiere que esto funcione.

—Te amo —susurra antes de que la puerta de la habitación se abra, dándole paso a papá.

Su rostro me dice todo lo que piensa. Aún no acepta esto, pero ya al menos lo asimila. Mis ojos se llenan de lagrimas en cuanto nos fundimos en un abrazo, busco su mirada y me sonríe.

—Es hora, amor.

Asiento.

Me guía hacia la salida, las demás corren a sus puestos y desde aquí comienzan mis piernas a temblar. Necesito tomar aire, porque hoy me encuentro con muchas emociones a flor de piel.

Papá entrelaza su brazo con el mío, besa mi mejilla y suspira fuerte antes de caminar hacia el centro, donde todo mi miedo desaparece. La dulce melodía me hace sonreír mientras avanzo, todos se fijan en mí, pero mi atención solo está en el hombre junto al altar, quien me espera con una sonrisa de lado, y un montón de expresiones en su rostro. Sostengo mi ramo con fuerza, y le sostengo la mirada a mi hombre, y es que con cada paso que doy, me convenzo de que esto es lo correcto, que estoy tomando la mejor decisión de mi vida.

—No voy a darte ninguna advertencia —amenaza papá y John rueda los ojos—. Por cada lágrima que derrame mi hija, es un balazo para ti.

Subo el escalón, con ayuda de mi esposo, toma mi mano y la besa rápidamente, posicionándose frente a mí, haciéndome olvidar qué hay personas a mi alrededor, mirándome con esos enigmáticos ojos necios.

El sacerdote comienza dirigiéndose a nosotros con palabras dulces, pero yo me sumo en pensamientos tontos, mientras john y yo nos miramos fijamente. Se ve excesivamente atractivo, reparo su rostro serio y concentrado, con las cejas levemente fruncidas, y cualquier persona que lo ve ahora mismo puede asegurar que no se encuentra feliz, pero lo que no saben es que este es el John satisfecho. Lo compruebo cuando me susurra:

Dulce EnigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora