Capítulo 24

5.5K 358 121
                                        

Georgia.

Camino con sigilo a mi habitación para que nadie note mi presencia. Escucho los gritos de Ava jugando en el jardín, y aunque quisiera ir hacia ella para jugar, me niego. No tengo ánimos para nadie en este momento. Fui infantil y ridícula al enojarme por algo tan insignificante. No puedo creer hasta donde puedo llegar por los celos. ¿Desde cuando soy así? Se supone que soy lo bastante segura como para no hacer una escena así. John está conmigo ahora, aunque por conveniencia, pero estamos juntos y no debería sentirme amenazada por una chica que ni siquiera conozco. Vive en Rusia y la relación que tuvo con John fue hace menos de diez años. Que sé yo, voy a olvidar esa estúpida pataleta.

Voy a darme una larga ducha y haré algo productivo que me haga olvidar lo que acaba de pasar. Jessica no va a perturbarme aún cuando ni siquiera me conoce, ni yo a ella... al menos no en persona.

Se me hace imposible no dejar de pensar en eso. Quisiera saber que pasó entre ellos y como ha sido su relación. John es un maldito enigma, por eso mis dudas aumentan mientras me recuesto en la cama luego de darme una ducha de media hora. La necesidad que tengo por saber cómo fue John con ella me frustra. ¿Era comprensivo? ¿La trató como me trata a mí? ¿Que pasó? Heiner debe saber, pero no quiero verme como una desesperada.

El móvil timbra sobre la cama y lo cojo sin dudarlo. Hay un número desconocido brillando en la pantalla y frunzo el ceño. Este es mi número personal, ningún desconocido llama aquí.

Me encojo de hombros y descuelgo.

—¿Bueno?

Nada. Silencio.

—¿Bueno? —insisto.

¡Hola! —saluda una voz masculina y tardo en darme cuenta de quien se trata.

Esta vez vuelvo a mirar su número en la pantalla y la confusión me envuelve. ¿Por qué me llama?

—¿Hola? —contesto en un hilo y suelta una risita.

Lo siento. He cambiado de móvil y quería que guardaras mi número nuevo. ¿Qué tal estás?

—Ya. Lo entiendo —dejo el móvil en altavoz sobre el buró y comienzo a peinar mi cabello, sentada sobre la cama.

Que raro que este hombre me llame un sábado por la mañana, aún cuando no tenemos una relación de amigos. No me desagrada, pero tampoco me agrada por completo.

¿Que tal te ha ido en tus vacaciones? —pregunta, curioso. Hay una extraña sensación en esta llamada.

—¿Como sabes que estoy de vacaciones?

—Bueno... se lo has dicho a...

Se calla de golpe y parece que alguien lo interrumpe. Me quedo en silencio intentando escuchar la voz de fondo, pero la puerta de mi habitación se abre y ruedo los ojos cuando John se acerca a mí.

Se sienta a mi lado y frunce el ceño para ver quien está en la llamada.

Lo siento —se disculpa el sujeto, a través de la línea, luego de unos segundos—. Debo irme. Fue un gusto hablar contigo.

—Vale —respondo, con recelo. Este hombre es raro.

Cuelgo la llamada y dejo el móvil de nuevo sobre el buró.

—¿Quien era? —pregunta don agallas y yo ladeo la cabeza para poder fulminarlo mejor.

Lo miro con cara de pocos amigos y no se inmuta. En cambio hace una seña para que responda a su pregunta.

Dulce EnigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora