Doy vueltas en la cama sin poder dormir. La impotencia que siento en este momento no me deja conciliar el sueño y optó por levantarme antes de despertar a los torbellinos que duermen a mi lado.
Me adentro en el baño con el celular y dejó caer la cabeza contra el lava manos al ver la hora en la pantalla, recién son las cuatro de la mañana. Vuelvo a la habitación y, después de comprobar que duermen, busco valentía para salir de estas cuatro paredes.
No puedo esconderme toda la vida como tampoco puedo ignorar lo que hice hace unas horas. Si no actuo, si no avanzo con lo que tengo en mente solo voy a conseguir que la cabeza que ruede sea la mía.
Para mi suerte nadie está despierto aunque igual me deslizó rápidamente por los pasillos. Lo que menos quiero es encontrarme con Maximiliano o con su hermano, aun no estoy lista para ellos.
Me detengo frente a la puerta de cristal y cumplo con el protocolo de seguridad el cual me concede el acceso inmediatamente. Lo primero que busco es el interruptor de la luz. La claridad me deja ante uno de mis lugares favoritos y tomo una bata del estante, unos guantes y unos lentes antes de adentrarme completamente al laboratorio.
Coloco el monitor portátil que me muestra a mis hijos sobre una de las mesadas de trabajo y un cosquilleo se instala en mi pecho al verlos dormir del otro lado. Todo esto, toda esta locura es por ellos y por su seguridad.
Lo primero que hago es terminar con el trabajo atrasado. Soy muy exigente conmigo misma dentro de estas paredes por lo que no me detengo hasta analizar todas las muestras, enfrascarlas y clasificarlas según nos sean más útiles.
Luego de dos largas horas, terminó con las cosas pendientes. El monitor me muestra que mis pequeños siguen durmiendo y dejó de lado la ropa de trabajo instanlandome frente a una de las computadoras.
La desesperación me sube por cada centímetro de piel mientras prende y sonrió cuando la pantalla me muestra eñ circuito de cámaras instalado en cada milímetro de la propiedad. Gracias a un descuido de mi cuñada pude descifrar el código de acceso y, después de más de una hora, sonrió nuevamente satisfecha al encontrar lo que buscaba.
Ilusos.
El ego se me dispara mientras imprimo las imágenes de las cámaras de seguridad y copio los audios de las mismas. Todo este tiempo con Maximiliano he aprendido que el saber algo de los demás es poder, y saber esto me da una ventaja sobre quien menos se lo espera.
El gran error de ambos es subestimar y pensar que van a poder volver a jugar conmigo. Todo lo opuesto, quien tiene las cartas ganadoras soy yo y juro que se van a arrepentir de todo.
Dejo todo de lado cuando la mini cámara capta un movimiento en la habitación de mis torbellinos. Miro la hora dándome cuenta de que amaneció hace rato por lo que apagó todo yendo con ellos.
—Buenos días amores - los saludo desde la puerta.
Ambos me sonríen desde la cama y voy hacia ellos besándoles el rostro. Se quejan pero me niego a soltarlos, es como un pequeño ritual que tenemos entre los tres.
Los ayudó a arreglarse dejándolos más lindos de lo que ya son.
—Vayan a desayunar.
Cumplen con mi orden dejándome sola nuevamente. Pierdo la atención de sus pequeños cuerpos moviendose cuando algo me sube por la garganta obligándome a correr hacía el baño.
No es justo
Pienso mientras me mantengo arrodillada frente al retrete. Me lavo cuando siento un alivio y busco el teléfono sintiéndome dichosa cuando leo el mensaje recibido, el cual confirma la llegada del Boss a Italia.
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Rojo Carmesí [Libro II]
RomanceLas traiciones solo llevan a una cosa, venganza y muerte. Maximiliano fue obligado a esconderse para proteger lo que más le importaba en la vida, sus hijos. Una simple batalla no determina quien gana la guerra y el jefe aleman tenía demasiado claro...